El día que se juntaron Britney Spears y James Murphy

por Jopi Heinz

El líder de LCD Soundsystem y la estrella pop trabajaron en una canción que nunca se editó oficialmente, aunque circula por la web desde hace algunos años. ¿Cómo se gestó esa alianza impensada?

Para fines de 2002, Britney Spears ya era una de las mayores estrellas pop del mundo. Con tres discos llenos de hits y un carisma que oscilaba entre la chica naif y la femme fatale, su música conectaba con millones de adolescentes. Su carrera iba por un carril velocísimo y tanto ella como su equipo tenían en claro que había que aprovechar el envión, inclinarse por su lado más maduro. De allí que para su cuarto álbum pensaran en convocar a algunos de los productores más cotizados y deseados del mercado, para dar otro subidón de prestigio a su ascendente popularidad. Según cuenta la leyenda, de aquel brainstorming surgieron nombres como los de William Orbit y Daft Punk, pero finalmente los que quedaron en la historia de In the zone (2003) fueron los suecos Bloodshy & Avant, responsables del sonido satinoso de Toxic, el gran éxito de aquel disco, una canción que habla de un amor adictivo, rayando a lo peligroso (¿primera declaración mainstream de lo que hoy llamamos “relación tóxica”?).

Con el tiempo se conocieron algunos de los descartes de ese álbum. Uno de ellos, que empezó a circular a comienzos de 2006 por la web, fue el demo de Get it (también conocido entre los hard fans de Britney como I said), que según consta en Wikipedia fue producido por DFA Records, el sello de James Murphy y Tim Goldsworthy. Es decir, los responsables de LCD Soundsystem, una de las bandas más importantes del siglo XXI.

La anécdota que une a Spears con este dúo de hipsters está contada en Nos vemos en el baño, de Lizzy Goodman, un libro que recrea la escena musical neoyorquina de comienzos de este siglo a través de las voces de sus protagonistas. Allí, Murphy y Jonathan Galkin (el tercer fundador de DFA) cuentan cómo se dio ese cruce que a priori suena impensado: la dupla había trabajado en Echoes de The Rapture, que tuvo mucho éxito en el indie rock cuando esa escena estaba en alza, y los posicionó como productores de prestigio. Eso motivó a que Galkin gestionara una reunión de Britney con Murphy, quien no estaba del todo convencido de la alianza, pero también se encontraba dolido porque The Rapture había abandonado su sello.

Lo primero fue una llamada telefónica en la que Britney elogiaba su canción Losing my edge, el primer sencillo de LCD Soundsystem, una pieza de casi 8 minutos que habla de un melómano maduro que empieza a notar que los chicos jóvenes saben casi tanto de música como él, pero se han (in)formado a través de internet y no en tiempo real, como él, que “estuvo allí” cuando las cosas pasaron. En otras palabras, un avant punk difícil de digerir para las radios comerciales, pero increíblemente seductor para la Nueva York de entonces. Que Spears se la celebrara, de alguna manera, era el reconocimiento de esa nueva generación de chicas y chicos lindos que llevaban las canciones de Blondie y Television en sus iPods. “Espero que podamos trabajar juntos”, concluía Britney en esa conversación.

La reunión finalmente ocurrió en las oficinas de DFA. Spears llegó con su café Starbucks y sus cigarrillos, acompañada de un guardaespaldas, y bocetaron junto a la dupla de productores la canción. En el libro de Goodman, Galkin define el sonido del track como una mezcla entre I feel love de Donna Summer y Liquid Liquid (una banda que Murphy solía pasar seguido en sus dj sets de los clubes de Brooklyn en los que trabajaba). Al parecer, ambas partes habían quedado conformes con aquella sesión.
Pero Britney nunca volvió y la canción quedó a medio terminar, con vocales improvisadas, sin un acabado final en la música. A Jive Records, la compañía discográfica de la artista, le pareció demasiado moderno para una artista masiva (la consideraron “too hip”, difícil de traducir al castellano). Escuharla hoy, incluso a medio terminar, revela que tenía un potencial increíble –el cencerro marcando el ritmo delata el toque mágico del productor–, pero además suena curiosamente contemporánea: quizás el mundo en 2003 aún no estaba listo para la dupla Britney Spears y James Murphy.