Rayos Láser: música para auriculares

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Por Jorge Charras

Ph:: Martino Dominguez

Noche temprana de sábado, bajo el ondulante techo del Centro Cultural Córdoba, ese que yace bajo el enigmático Faro del Bicentenario. Una ocasión más para escuchar la formación completa de la banda Rayos Láser. El detalle que -en este caso- valió por la totalidad fue el formato.

Un silent show.

¿De que hablamos cuando hablamos de silent? Un recital donde el mayor volumen del auditorio está ocupado por el silencio y toda la música llega a nuestros oídos por unos auriculares inalámbricos. Una idea que nació con las fiestas electrónicas del Silent Club en Buenos Aires y que aquí se combinó con bandas en vivo.

La fecha con este formato fue doble y había comenzado el sábado 16 con el show de los De la Rivera. Pero éste sábado le tocaba el turno al trío formado por Tomás Ferrero, Gustavo Rodriguez  y César Seppey. En este caso completaron la formación Gustavo Hernández en teclados y sintes y Juan Sassatelli en bateria electrónica.

Los Rayos tienen solvencia probada arriba del escenario. Esta vez, de inicio, Me persigue sirvió para enseñarnos lo mejor de la banda: su capacidad para crear canciones de estribillos pegadizos. Y anunciaba al mismo tiempo que el recital iba a ser una forma de misa pop, con Tomás comandando los coros de un público que se sabía todas las canciones.

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Monitor, Con Amor, Nosotros también, Piel Dorada: un recorrido por la primera parte de su segundo disco fueron dando forma y calor al principio del recital.

Cuando las impresionantes visuales dejaban un espacio de oscuridad, los colores azules de los auriculares  creaban una atmósfera de ciencia ficción estilo Tron.

Así, fueron recorriendo diferentes momentos de sus discos, alternando hacia la mitad del show con temas del primer disco. Lo que digo, Canción Simple, Ya pasó

formaron uno con Aeronauta o Jugar con fuego.

Desde que el Walkman se volvió popular en 1979, la audición privada es ajena a toda sala de concierto. El Ipod hoy sigue ese camino. Suponen una experiencia individual, un grado máximo de posibilidades para formar el estilo de cada oyente. El silent show de los Rayos logró recuperar esa experiencia de escucha directa y convertirla en una comunión sintonizada.

María fue la cresta de esa ola. Tomás Ferrero, el vocalista y bajo de la banda, manejó el feedback con el público de tal manera (y con tal sinceridad) que todos corearon la canción y ocuparon todo el vacío de la sala. Curiosamente, ese micro-instante combinó la demanda comunitaria de participar que tienen los shows con sonido ambiente y la experiencia individual de los auriculares. Un momento que quedará en la retina y el oído de más de uno.

Un párrafo aparte merecen las lisérgicas visuales que acompañaron con solidez el recital para volverlo una experiencia audiovisual psicodélica.

Hacia el final, un medley de Disparo de Onda y Llamame (corte de difusión de Villa Nueva, su último disco) dieron el cierre a puro pop cantable.

¿Podemos decir sin equivocarnos que una música funcione mejor en cierto formato que otra? Es posible. No hablamos de caprichosos deseos personales sino de composiciones que suenan  mejor en diferentes ambientes materiales, porque transforman el sonido.

Sin entrar en polémicas, el sonido pop de Rayos Láser cobró otro espesor al llegar directo a los oídos. La presupuesta “sencillez” de fórmula del pop fue desafiada por los Rayos Láser que prepararon no sólo un set sino versiones de sus propias canciones para auriculares.

Complicidad, luces, imagenes, sonidos, auriculares. El silencio láser más bailable de la ciudad.

 

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