No tiene blog, ni Facebook, ni website. No es casual, es una decisión ideológica, una postura frente al arte. Salvador Marino es biólogo y artista que actualmente investiga en el CONICET, y que desde pequeño experimentó tempranas sensaciones de placer al estar frente a una pieza de arte.
Esbozar una definición para él es difícil. Igual hay intentos:
¿Qué te define artista? “No me definiría como artista.” ¿Cuáles son las técnicas con las que trabajas? “Casi no hay técnica”. ¿Cuánto te puede llevar terminar una obra? “Ni idea, hasta que la hoja lo decida”. ¿Con qué materiales pintás?“Con lo que sea: pincel, lija, mano, papel”.
[nggallery id=401] Ph Isi Violeta (https://arcoirisi.tumblr.com/)Con una estética callejera delicadamente descuidada, tratando de imitar ese caos mundano y azaroso propio de la gráfica callejera, Salvador produce. Este riocuartense de 27 años nos invita a pasar a su lugar, su taller, su casa. Acogedora y abarrotada de arte. El ingreso invita a contemplarlo todo: un pequeño patio interno, con plantas y dos grandes lienzos en proceso, una sala de estar en cuyas paredes no entra ni un alfiler, muchas obras. Suyas, en gran mayoría.
¿Qué es la pintura? “Siempre pensé que la pintura era un arma,o que en alguna de sus aristas podía ser un arma. Y no estaba seguro de poder llegar a utilizarla, ni de lo que estaba diciendo como para mostrarlo. Y uno no puede largar algo sin estar seguro de lo que está diciendo, mínimamente cómo va a ser leído. Porque no creo que haya una libertad máxima en el mirar,hay gustos compartidos. Lo que uno pone en la pintura, o las decisiones estéticas, tienen que estar muy pensadas como para que uno pueda guiar o encausar la lectura. Trato de que esa lectura, si bien está en un primer plano, tenga otro plano importantísimo que es meramente estético, de contemplación básica, de decir: eso lo conozco, eso no, eso me agrada, o es fuerte, o lo veo en la calle. Eso es lo básicoque mis obras deben tener, porque si pierdo eso quedaría en un plano puramente teórico”.
Además, habla de manchar las hojas (no de pintarlas), de que todo está influenciado por el diseño gráfico y que éste es formador de las modas, que la pintura está siendo sostenida por cierta nostalgia y que las mejores obras de arte están en la calle. “Hace unos años me empecé a obsesionar con la gráfica callejera –dice Marino–. De esas cosas que aparecen en la calle de se vende, disponible o se alquila. Que están pintados con un crayón o con una pintura pésima sobre una pared oxidada. Me parece encantador y por eso empezaron a aparecer los números”.
Luego se confiesa amante de los actos inconscientes:“Un cartel que diga ‘Yani te amo’, las manchas que se hacen en las hojas, el mismo paso del tiempo, ese actuar inconsciente que tiene la gente, los bancos de la facultad del secundario, me fascina. No hay una decisión estética detrás de eso y queda hermoso. Producciones artísticas totalmente impersonales, muy humildes y que están al nivel del niño. Junto muchos dibujos de niños porque me parece que tienen una inocencia y un juego plástico mucho más rico del que puedo lograr yo. Y yo me he dedicado este último tiempo a tratar de imitar ese caos”.
Sus obras son frescas, vivas. El paso del tiempo, a simple vista, parece no haber dejado su huella. Su textura rígida, con mundos que se abstraen de esa realidad de la que fueron parte, su desprolija belleza estéticaNo produce para mostrar y casi ninguna de sus obras lleva título. Más bien se gestan por el placer mismo del dominio del pincel o la mancha sobre el lienzo, donde hay un primer momento teórico que después queda librado al delirio auténtico del artista.
¿Hay alguna estructura con la que trabajás? “Se podría decir que hay tres planos: uno teórico de alguna inquietud;el segundo, una búsqueda mimética con la realidad, es decir, si yo quiero pintar ‘Se vende’, se tiene que ver callejero, se tiene que ver manchado, sucio, como la estética de la calle. Y el tercero, la pinturatiene una producción, que ya no depende ni de la mímesis ni del poder como pintor, sino que es caótico. Aparece algo y el mérito está simplemente en dejar eso que apareció o sacarlo o borrarlo”.
Salvador saca una valija vieja en la que tiene varias de sus obras. Una reliquia donde se encuentran producciones de lo más tempranas, de lo más pequeñas y de lo más bizarras.
¿Qué recorrido siguieron tus producciones? “Creo que se han despegado un poco de algunas cosas más íntimas y personales. Se ha volcado hacia algo más social, porque no me gusta hacer críticas que se lean mucho, que sean directas, a través de mí. Hay un paso del ser individual y personal, a criticar el gran quilombo que es ser humano. Siempre hay una relación media histérica con algunos elementos, cosas que aparecen gráficas y muy cuidadas, que no son mías, y tachadas por algo muy emocional arriba, esa relación me agrada muchísimo. Criticar la rigidez racional a través de algo emocional”.
El artista confiesa los motores que lo impulsan a pintar: el abandono, el miedo y el olvido. ¿Te ves reflejado en lo que haces? “Sí, es algún yo. Viste que lo que pasa en la infancia siempre le pasa el resto de la vida a uno, y quizá aparecen grandes relaciones de yo con yo-mismo en los cuadros. Aparecen todos los aspectos psicológicos, yo me leo en mis cuadros. No hay figuras humanas porque el hombre está ahí, en eso. Son cosas que están terriblemente viciadas de humanidad, desde el hecho de poner números, letras, de ensuciarlo con cosas muy viciadas”.
Salvador continúa hablando del arte. Dice que se ven nuevas corrientes, que algunas están despegadas de absolutamente todo, que otras están volcadas a fines sociales. Para concluir, confiesa que la pintura en sí perdió fuerza, al menos a su juicio. Que el arte contemporáneo no considera del todo a la pintura y que ahora dialoga desde otro lugar con la sociedad. ¿Una nueva etapa en la obra de Salvador?
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