Los que no la conocimos en persona, supimos de Cocó Muro por sus intervenciones en ese proyecto descabellado y hermoso que fue la revista Dadá Mini. Tanto en sus notas como en su trabajo curatorial de editora, Cocó partía del humor y cierta reflexión veloz sobre la vida cotidiana para ir puliendo una obra personal que, finalmente, hoy es un libro.
Con un diseño de tapa autoría de Nicolás Cacciavillani, amigo y compañero de ruta en la Dadá, «Diez razones por las cuales usted debe tener este libro» (editado por Llanto de Mudo en su colección Extra-Life) es varias cosas a la vez.
Primero, lo obvio. Es una serie ordenada de breves listas sobre los más diversos aspectos, aunque todos relacionados con los pequeños desastres de la vida cotidiana. Los temas y la forma que adopta el libro, quedan claros ya desde la portada que, en una especie de finísimo juego de espejos, contiene una lista de razones por las cuales tener el ejemplar.
Pero en su condición mutante, el libro también es la cristalización de una forma de sociabilidad que aprendimos con la Web: el chat. Ese salón imaginario que propicia las charlas más volátiles, se declara como la arena de los intercambios que dieron origen al libro. Es decir, «Diez razones por las cuales usted debe tener este libro» es una continuación material de esos diálogos secretos. El lector, como lo confiesa la propia autora en el epílogo, fue formado en la conversación con amigos.
El divertido prólogo de María Moreno entiende a la perfección el ejercicio que supone la lectura del libro. Para que quede constancia de eso, la escritora escribe qué cosas agregaría, fruto de su propia neurosis, a las listas de Cocó como por ejemplo, en la lista de cosas decepcionantes, la Coca sin gas. La colección de prólogos se completa con un texto de aspiraciones más teóricas firmado por Lucía Mallorquín y la contratapa de Amalia Sato.
El lector de «Diez razones por las cuales usted debe tener este libro» es entonces aquel que se encuentra en esas páginas y que, a partir de allí, imagina variaciones personales de esas listas. Deslizo aquí una anécdota: en el colectivo, mientras viajaba quién sabe hacia dónde, la editora de AY MAG me contó que no pudo dejar de reírse frente a todos los usuarios del transporte público. Primero, es algo que se agradece. Pero también es un termómetro de los efectos contagiosos del libro. De pertenecer a ese universo afín de Cocó, su lectura puede ser imaginada como una larguísima risa.
PH Mau Montu
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