Texturas del tiempo

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El ascensor lleva al cuarto piso, pero, más que elevar, parece transportar ahí, justo a ese horizonte temporal donde se mezclan y difuminan pasado y presente. Pero para poder darse cuenta de esto había que ir un poco más allá y cruzar el umbral de entrada a “Pasaje Central”, una muestra de  El Gran Vidrio conceptualizada y llevada a cabo por Maria Ines Darwich y Eugenia Puccio, ahí mismo, en el cuarto piso del Pasaje Central ubicado en la 9 de Julio.

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Fotos: gentileza Radio La Crema

¿Cuánto define un objeto a una persona? Y ¿Cuánto puede hablarle un objeto a una persona?, interrogantes que instantáneamente buscaban responderse en el interior de los visitantes al chocar con la muestra. A partir de allí el viaje reflexivo podía ser más o menos profundo. Un harapiento traje de médico del siglo pasado o un cuadro antiguo de una pareja recién casada (entre otros objetos) podían ser el punto de partida para la problematización de la profesión, de la salud o de los valores familiares. Las posibles lecturas eran tantas y se arremolinaban en el aire para que aquel que estuviese interpelado decidiera cuan profundo quería llegar.

Desde otro enfoque, en lugar de que las artistas fueran hacia el objeto, los objetos de la muestra fueron al encuentro  de ellas. ¿Por qué, qué quieren decirles?, ¿Hay algo en los objetos que se nos escape a los sentidos? En búsqueda de las respuestas fueron las artistas, al dialogar desde el presente con objetos del pasado, buscando hacer sentido, conceptualizar y experimentar cada una de sus aristas desde una sensibilidad particular, fogueada por Walter Benjamín como punto de partida. Otras miradas, distintas a las del ojo, que desnuden las huellas a modo de palabras que deja el pasado en los objetos ansiosos por romper el silencio, son el requisito para reconectar o revelar los vínculos entre puntos que el fluir del tiempo parece haber aislado.

El mural, ubicado en la sala más pequeña, ofrecía un océano de frases e ideas en las que cualquiera podía perderse y funcionaba como el eje de la muestra, a partir del cual se podían ir relacionando y leyendo todos los objetos y elementos que se presentaban en las dos salas. También había que tener algo de cuidado con el mural: si se lo contemplaba por un período prolongado, cualquiera podía ahogarse.

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Fotos: gentileza Radio La Crema

Entre esas figuras del pasado y presente, entre la esencia y la configuración de los objetos, transitaba una muestra en la cual el visitante era tan importante como los objetos mismos, porque en el visitante es donde la obra se completa, donde se termina ese “hacer sentido” que las artistas comenzaron. Era imposible irse de la muestra sin un impulso diferente en la mente, sin una reflexión que diera, como mínimo, algo de luz al hoy a partir del ayer.

Como cierre, queda el sabor de que cada repensar de la carne del tiempo conlleva una profunda introspección y “Pasaje Central” se ofrece como un mapa, una guía que abre la puerta, a partir de la experiencia de las artistas, para que cualquiera lo pueda recorrer.

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