Tierra de los Padres

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En su segunda película, Nicolás Prividera se mete con la compleja idea de Patria y hace un recorrido por la eterna lucha en que vive Argentina contra sí misma desde comienzos del siglo XIX. El lugar escogido para narrar la historia no es casual: el cementerio de Recoleta que no es un cementerio cualquiera –lo que aportaría ya el clima y el simbolismo que el film requiere para metaforizar acerca de la vida y la muerte, el pasado, el presente y la forma en que éstos dialogan entre sí-, sino que es una ciudad, un país, un libro lleno de historia. Yacen allí los hombres y mujeres que forjaron el destino de la Argentina, de la Patria, elemento central en el ensayo del director.

A través de la lectura de contundentes textos históricos que avanzan cronológicamente, desde la lucha de unitarios-federales y la aversión hacia el gaucho, pasando por el peronismo y la revolución libertadora, hasta llegar al golpe del ’76, Tierra de los Padres se convierte necesariamente en un film polémico. Aporta una visión estrictamente personal de la historia, intentando desmitificar figuras y romper esquemas que quizás hoy ya no se encuentren tan vigentes. Una película que no debiera ser analizada como una interpretación o revisión de estas figuras y acontecimientos en concreto, sino como una mirada en retrospectiva a la historia argentina vista como un todo: a la lucha por la ‘Patria’ y lo que ella implica, a la sangre que ha escrito cada página del pasado de nuestra nación. A las luchas constantes entre personas que comparten un mismo himno y a la repetición cíclica de los hechos, como si nada del pasado pudiera aprenderse, como si tantos ideales se desvanecieran en el aire, perdiéndose en el vacío, en medio de aquellas ausencias tan presentes que el cementerio retrata.

Los elementos cotidianos de Recoleta juegan y dialogan de forma constante con los textos históricos, como un punto de descanso y anclaje para el espectador, pero también como una forma de contraste y choque que logra construir un clima de extrañeza y tristeza. Ese clima paradójico de cementerio turístico, que reina en toda la película; quizás en toda la historia. Tierra de los padres incomoda, y abre interrogantes. ¿Qué ha quedado después de tanta sangre? ¿Después de estos doscientos años, qué ha quedado? La historia se repite, y el concepto de ‘Patria’ parece desvanecerse en el aire, como algo inexistente que parece sólo haber sabido quitar existencias.

Más allá de los aciertos y fallas puntuales de la película, un gran mérito puede cargársele al director. Prividera trae a la pantalla grande un debate totalmente renovado, la polémica, un espacio para reflexionar y preguntar de forma incesante.

El himno sigue sonando.

https://www.youtube.com/watch?v=022Vy9jAp_w

 

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