Lunática y galáctica: Javiera Mena en Córdoba

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Por Mili Pioletti

Ph: Martino Dominguez

Caminata lunar sobre el escenario. Mamelucos blancos. Gafas que ocultan miradas que ocultan cosas. Luces hipnóticas. Flashes. El calor de las masas en Club Paraguay tensa el hilo de la ansiedad. Valdés, la banda recién desembarcada en Discos del Bosque, compuesta por Francisco y Eduardo Valdés, ya había pasado para anticipar que no podía vernos bailar tan solos. Dani Umpi,  artista uruguayo que hace valer cada grafema y fonema de la palabra, ya se había despojado de pelucas, disfraces y caretas; ya había dejado los esquemas rotos, destrozados, desparramados por las tablas. La energía humana ya había empujado los límites un poco más allá de lo políticamente correcto.

El terreno no podía ser mejor y la noche de sábado ni siquiera había llegado a su punto culmine.

Suenan los acordes que anticipan que detrás de la valla que nos separa del escenario, nuestra cordillera nocturna, se asoma lo que vinimos a ver. El sábado comienza su curva ascendente. Electropopista, mujer, autogestiva, artista de las mil manos, maga de la consola. Javiera Mena llega enfundada en un entero negro simil cuero. Su cuerpo impone pero queda en segundo plano cuando compone en vivo, hace mezclas, usa su voz como puente entre lo que sucede en su mente y nosotros.

Después de casi 10 años de haber pisado las calles cordobesas, Javiera vuelve con  nuevos universos  bajo la manga. Otra Era, su último disco, nombra también a un tour que la ha llevado incluso hasta el gigante y  atropellador Festival de Viña del Mar y a las tablas del Lollapalooza Chile.

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Córdoba se mostró como un insospechado y sorprendente nicho de fans de Javiera Alejandra Mena Carrasco: esos que bailaron enérgicos y joviales cada tema, corearon las letras, saltaron al compás.

Vibra de discoteca, sonidos plásticos, metálicos, orgánicos, Javiera dirigia la batuta y los seguidores obedecian sus ademanes. Microanarquias, gente subida al escenario, intervenciones de seguridad. Espasmos de rock dentro del electro dentro del pop dentro de la música. Como mamushkas, el show de Javiera transitó por tantas capas como canciones sonaron. Más de 10 temas, coreográfias aeróbicas al ritmo de dos bailarinas que se llevaban imantadas todas las miradas, espadas luminosas al estilo Star Wars, piruetas, saltos.

Sonaron cantados a los gritos Espada, Luz de Jugo de Luna, Hasta la verdad, Sincronía,  Esquemas Juveniles y un recorrido vasto por toda su discografía [Esquemas juveniles (2006), Mena (2010), Otra era (2014)] llenó las expectativas de un público cuyos deseos fueron órdenes cuando luego de más de una hora, Javiera volvió al escenario ante los gritos que clamaban por más.

Sudor, música, baile y entrega.

Ella no nos pide la luna, solo nos pide el momento: Javiera es otra era.

 

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