Hordas de seres humanos ingresan a un predio de dimensiones monumentales. Hay ancianos, hay adultos, hay jóvenes, hay adolescentes, hay niños, hay bebés. Padres, tíos, abuelos, sobrinos, amigos, novios.
Todo es enorme: las luces son enormes, las gradas son enormes, las distancias son enormes. El frío también es enorme.
Es mayo y anochece en Córdoba. Aparece la primer estrella, esa que nace tímida justo al lado de la luna. La veo colocada a mi derecha, colgada del cielo. Vuelvo a mirar al rato, y ya se hallan ambas encima de mí. Pienso que ellas, en realidad, no se movieron: nosotros si. Somos más de 40 mil personas en una cancha de fútbol y ninguno llevó la pelota. Porque el juego es otro. Este campeonato es distinto. Esperamos esta Copa desde que supimos que el partido se jugaba el 15/5 y desde ese día no dejamos de entrenar las emociones y los recuerdos que son nuestros músculos y nuestra resistencia.
Esa cancha está en una ciudad, dentro de un país, dentro de un continente que una vez fue el Pangea del Panthalassa. Y así damos vueltas en una bola de agua que flota en el vacío oscuro del universo.
Nos juntamos ahí, en ese microespacio cósmico, porque una fuerza magnética nos llevó atados de los oídos que están atados al cerebro que están atados al corazón. Damos vueltas en una odisea lúdica que nos estremece el cuerpo y nos tatua una sonrisa inolvidable, como un sello.
El domingo fue una eterna sala de espera. Café, mates, series a las que no prestábamos atención, siestas falsas. Calmar la ansiedad fue el mandato a cumplir durante las 19 horas de espera desde que el Domingo 15/5 vio la luz del sol. El primer sol.
Fue el anochecer de un día agitado. Vinimos a conocer a un pedazo de historia hecha cuerpo. A ese que visitó reyes y reinas, presidentes y presidentas, que amó la revolución, que desmayó de fanatismo a jovencitas de los años 60 que iban descubriendo la pasión por la música. Que soñó rebeldía.
Hoy vinimos a crear recuerdos que contaremos a esos hijos y a esos nietos que quizás aún ni existen. Vinimos a construir las anécdotas que relataremos con minucioso detalle a quienes nos sucedan en este viaje sin destino, en esta carrera de postas de la vida.
I’ts been a hard day’s night, dijo una voz conocida, cantando sobre unos acordes que nos sabemos de memoria, en un show que recién comienza y aún no podemos interpretar. La música es el lenguaje de lo posible, de lo deseable. De lo indeseable y lo imposible también, de lo distópico y de lo utópico.
¿Cuál puede ser el resultado de un encuentro entre la filosofía y la música, sino el del sonido de un pensamiento que danza?
Es de noche y salió el segundo sol. Es Paul McCartney. Es surreal. No nos dan las gargantas. Es un Beatle. Y está entre nosotros.
PH: Cande Sarria para En Vivo Producciones
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