Ay! Por el amor

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En un intento de definir al amor busco auto-provocarme y comienzo escuchando Staind. De mucho me valió citar alguna de las grandes historias de mis lecturas para empezar a sentir cada trocito de sensación. Quizás pensar en Fermina y Florentino en los tiempos del cólera, tal vez en Teresa y Tomás en esa insoportable levedad del ser, o de Holly ideando un perfecto desayuno en Tiffany´s. Podría hablar de la muchacha punk y la chica de tul de la mesa de enfrente que Fogwill revive en sus cuentos. O quizás del amor propiamente dicho, de su carácter obvio, ficticio, real, seriado, imitativo, invasor, viscoso y pegajoso. Y también atreverme a concebir la inmensidad y la simplicidad del amor tan vinculado a lo teatral, a lo ridículo y aparatoso para algunos.

Pero es mejor hablar de lo primero que llega a mi mente. Recuerdos únicos que traen a mí miles de olores, texturas, sabores, colores y sensaciones. El amor a mi patio de invierno cuando llueve. El amor a la comida de mi abuela que siempre me dejaron medio azafranada. El amor a mis ideales en una íntima pulsación. El amor a un surrealismo nuevo, sin precedentes. El amor a los viajes de Julio Verne. El amor por la literatura y – a veces sin querer – a las novelas románticas. El amor en una originalidad desconcertante. El amor en mi cuarto, casi sin ropa. El amor cerrando un ojo. El amor cerrando los dos ojos. El amor despertando y volviéndose a dormir. El amor sin dormir, caminando con pasos kilométricos. El amor bajándose de un taxi, saludando. El amor llamándome, esperándome, yéndose y volviendo.

El amor ahí, cerquita atravesándome en tiempo y espacio.

Ay!

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