La noche del viernes implora ser celebrada y Cocina de Culturas promete dorarnos el alma dejándole un sabor exquisito que dure por días. Así, despacito, el boulevard acerca a la degustación prometida: Viaje a un Minúsculo Planeta y Bosques de Groenlandia. Adentro el ambiente está calmo, hasta que los habitantes del minúsculo planeta se suben al escenario y comienzan a robarse los oídos.
VMP es un cóctel exquisito de instrumentos con distintas raíces: el bajo es una bola de energía funk aborigen, la batería un frenesí de rock en las venas y el piano una mezcla dentro de la heterogeneidad de música clásica y jazz. Si bien ellos recortan su música en canciones, en el vivo la sensación es otra y envuelve a cualquiera que esté dentro de su atmósfera. La música emanada se mide por galopes electrizantes, silencios, pasajes de intimidad y calma (como si estuviésemos en el ojo de la tormenta), hasta que vuelve a tomarnos de la mano para transportarnos derecho a su intensidad. Tal como su nombre lo indica, el Viaje nos transportó telekinéticamente a un minúsculo planeta tan bello como intenso. Sobre el final de su set el deseo de no terminar nunca permanecía junto a la esperanza de volver más tarde al escenario. Ahora el momento era de los Bosques de Groenlandia.
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Fotos: Milagros Gamboni
Tímidamente, los cuatro Bosques se subieron al escenario, llenos de chispa y listos para convertirla en fuego. La llama comenzó con Verano, suave y armoniosa, Camerún y El Movimiento avivaron lo comenzado, prendiendo el completo calor entre todos los oyentes. Mishima y Tornado dieron llamaradas color nostalgia y Hombre Bala deshizo los restos de timidez que podían estar sobreviviendo por ahí. La primera mitad termina con Hiedra, mientras el fuego asume su punto culmine con Muñeco de Nieve. Alguien gritó para pedir por Miyazaki y, como no podía ser de otra forma, el bosque lo complació. Papá Dragón se Fue de Casa nos transportó a un pasado cercano y Niebla completó el fuego de Groenlandia. El set fue una ráfaga de sensibilidades que se robó el tiempo de los relojes y ellos dijeron que terminaron, pero algo faltaba, quedaba una sensación a continuará…
Después del pequeñísimo intervalo que sucedía a Bosques, el trío del planeta volvió a subir al escenario para descargar la energía que les había quedado. Más delicadeza, más potencia y más pureza musical. Todo eso volvieron a transmitir cada vez que encontraban una nota en su instrumento. Se estaba terminando el hilo de la noche pero nadie quería dejarlos ir. La adicción ya estaba inoculada. Julián Barbieri invitó a subir a los Bosques de Groenlandia para la gema de la noche: la explosión conjunta de Nunchaku en una versión a puro rock.
Una postalita de la noche: cuando subió, Pablo Natale pidió “mañana agiten por las redes sociales para que esto se vuelva a repetir, porque yo quiero (que se repita)”. Queda por decir: Man, ¿Querías agite, querías aguante? Acá está.
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Fotos: Milagros Gamboni
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