Hoy las paredes de la música local no son cuatro. El ánimo de vivir lo latente de la ciudad nos lleva hacia escapes sublinguales. Escapes que están debajo de nuestras lenguas, escondidos. Escapes que no están a la vista de la mayoría y debemos encontrar. Y en medio, túneles que dan salida y abren caminos que sólo están ahí para ver, caer y permanecer en las experiencias nuevas, las voces que vibran.
Los días de ocio nos buscan para arrastrarnos a una boca de lobo con sed de rock and roll, amigos y una buena dosis de juerga sonora. Era domingo ¿qué mejor día para despabilar la mente nocturna de sábado, bicicletear la tarde y escuchar sonidos alternativos? En esos momentos, los días descansan de las horas y las noches suelen ser como una nueva mañana para empezar a transitar las calles de Córdoba. La trinchera de Güemes abrió su persiana negra a la noche del domingo: Tresco Macuatro capta lo indeterminado, receta lo inédito y culmina con lo tradicional.
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PH: Lupa Leiva
Un lugar de extremidades emergentes y de hombres con cabezas de under. ¿La introducción? Un hermoso Desde el Sillón de Mercurio Disquería con Nash Coll, Choclo (Juan LeBrus y Nico Té), Ger Reccitelli, Juan Bitar y Martin Tuda. Así, Tresco se convertía en un espacio perfecto para que Pablo Malaurie amplifique Motel Shanghai, parte de La Novela su último trabajo, hacia los oídos de todos los músicos cordobeses que se encontraban escuchando. Allí, atentos a cada pieza musical, alertas a cada acorde de la guitarra eléctrica y de las escalas del sampler. Allí, con ojos panópticos que observaban al detalle, cada movimiento que hacia mover sus torsos.
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PH: Lupa Leiva
Desde Buenos Aires al mundo, el ex Mataplantas disparó directo a nuestras conciencias y nos englobó dentro de una burbuja de sonidos, vocales e interjecciones musicales. La bisagra de sus canciones es la semiótica voz que se recrea en cada palabra para transmitirnos la intensidad y la vehemencia de su arte. Nos extirpa la tradicional semilla de la entonación perspicaz y nos libera Seymour Cassel. Entre El Festival del beso (2010), El beat de la Cuestión (2013), y La Novela (2014), Pablo Malaurie conquista a fuerza de música intimista, un panorama musical más bien extrovertido. La simplicidad y minimalismo del ukelele y el banjo, la amplificación de las notas, la abreviación del sampler y el teclado hablan de la búsqueda del artista.
La noche estaba hecha y no fue casualidad. Sabíamos que algo sonaba bien. Un Día Perfecto para el Pez Banana también se entrego a la ciencia y al encuentro. La presencia de Lucila Escalante en el escenario sintoniza la música a la perfección y nos dispara con un estilo único. Los peces bananas nos sacan del contexto y traducen los pensamientos en canciones. El escape perfecto se dio. Existimos para correr hacia esos sitios en donde la música es retratada. Donde los cuerpos y las mentes buscan y encuentran a esos artistas que escapan de las inercias paradigmáticas. Indagan las periferias, los suburbios y los contornos de una nueva era de sonidos, que pronto, serán indelebles.
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