Juan Ingaramo: “La indiferencia es el peor enemigo del artista”


por Jopi Heinz
Fotos: Cynar

Con El Fenómeno del Mambo, Juan Ingaramo vuelve a jugar con el ritmo de cuarteto, pero siempre de acuerdo a sus propias reglas.

Así como hay quien recuerda envíos televisivos con un aire de nostalgia, cualquier cordobés que superó la barrera de los 30 sabe que una palabra como “Crucimanías” funciona como guiño generacional. Hay un código compartido en esa seña de identidad y Juan Ingaramo, nacido y criado en el barrio de San Vicente, lo sugiere en El Fenómeno del Mambo, su nueva canción.

En el video, el protagonista aparece con su banda en un plató que recuerda a Telemanías o Ritmo Punta, programas de la tevé cordobesa que marcaron una época. Allí recibe el cariño de su público, allí baila, canta, se divierte: la pasa bien El Fenómeno, con ese estilo que caracteriza a los ídolos populares, esa actitud alegre que viste corte cubana, camisa negra y traje rojo.

“Es el mismo estudio. Lo grabamos en el estudio de Telemanías, hasta los camarines son de ahí, los cordobeses de esas generaciones podemos notarlo”, confirma Juan sobre el clip, que contó con la dirección de Maxi Baldi, el mismo detrás de Cuartefunk. “De ahí surgió la historia del Fenómeno del Mambo, este personaje ficcional, o no, que es oriundo de Córdoba. Pero que no toma fernet, toma Cynar (risas), le escapa un poco al estereotipo”.

-Y está el ritmo de la canción, que es muy cuartetero.

-Técnicamente es un merengue, responde un poco a la inmigración que hubo en Córdoba a fines de los ‘80, principios de los ‘90, cuando vinieron los dominicanos y le echaron un balde de percu latina al tunga tunga, a lo más tradicional del cuarteto. Y se armaron esos grupos que a mí me marcaron mucho, como Banda XXI, La Barra, el Trula de esa época, Jean Carlos…

Es el soundtrack de nuestra adolescencia, es lo que sonaba en mis primeras caravanas. Pero al margen de la cosa retrospectiva, él no es un personaje retro. Siento que el Fenómeno del Mambo mira hacia adelante, musical y espiritualmente.

-¿Trabajaste con alguien en la música de la canción?

-La escribí en Nueva York en 2019, cuando fui al Cosquín Rock que se hizo allá. Me crucé con un colega, Sie7e, que también participaba en el festival. Nos cruzamos en el lobby del hotel y me tiró la idea de escribir algo juntos. Así que fui a su departamento en el East Village de Manhattan… Qué locura, todo esto parece otra vida. Yo ya venía con la idea de hacer un merenguito, así que le tiré la idea, la profundizamos, y me la traje a Buenos Aires. Acá le dimos más forma, más identidad, y la volvimos a enviar para allá. Le grabaron brasses y percusión; la mezcla también es gringa.

Mi plan fue: “¿Qué pasa si hago esta música, que es mía, de una forma que también es mía?” El resultado es El Fenómeno del Mambo.


-El sonido latino está muy de moda en la industria musical. ¿Te ilusiona la idea de volverte un referente del cuarteto a nivel regional?

-Me ilusiona ya el hecho de que se reciba con cariño en otros lugares del país, más allá de Córdoba. Con la pandemia, lo internacional se me puso un poco en pausa. La verdad es que no lo pensé, pero no estaría nada mal. El cuarteto es muy cordobés, puede ser un lindo desafío.

-¿Nunca quisiste hacer una colaboración con un artista de cuarteto?

-Todavía no la siento. Si llega, tiene que ser de una forma muy orgánica. La fantasía está, pero hay que ver cómo se hace, porque no es que yo quiera hacer cuarteto clásico, intento hacer mi propia versión, como pasa con todos los ritmos en los que me meto.

-En el video, el protagonista es un ídolo popular, al que le cuesta caminar por la calle por el fervor de los fanáticos, y recién no dejaste muy en claro si es un personaje de ficción o no. ¿Cómo te llevás vos, Juan Ingaramo, con la fama?

-Mirá, si está originada por la conexión musical, bienvenida sea. La que no me llena es la de las redes… Pero si me piden una foto en la calle o un video para alguien, o cuando vienen a los shows, esas cosas, se cierra el círculo, está originado por algo muy sincero. Lo disfruto. Igual, a mí no me pasa eso de no poder salir a la calle. El otro día estuve 15 minutos con el Duki, fuimos de un lugar a otro, y fue tremendo, es como Maradona.

-De todas maneras, en tu propuesta hay una intención de popularidad. Lo digo en un buen sentido, música que escapa a lo exclusivo.

-Yo siento dos cosas. Una, que lo de la música de nicho es una materia que ya cursé y ya rendí. Y la otra, al haber crecido, en edad y en experiencias, me doy cuenta de que hay un sentido de pertenencia que excluye más de lo que incluye. Eso no me identifica más, tampoco lo quiero alimentar.

Estoy en un momento en el que mi obra no tiene que tener barreras, tiene que ser para todos y todas, hayas nacido en el barrio que sea. Y coincide con mi gusto musical.

Ya no escucho más música rara, disfruto más de las fibras populares. Y no lo digo de manera estratégica, por llamarlo de alguna manera. El motor principal es el corazón, aunque suene a cliché. Es la música que me emociona.

-Recuerdo el título de esa nota en Rolling Stone en la que decías “Qué culiado el rock”. Y hace unos días, cuando alguien en tus stories sugirió que el próximo disco tendría algo de rock, vos respondiste “frío, frío”. Ya llevás tiempo desmarcándote, como si disfrutaras de mojarle la oreja al rock más conservador.

-Sí, desde Pop Nacional, el primer disco. Pero es porque nunca me identifiqué con eso, al fin y al cabo, te diría que desde mis primeros Cosquín Rock como público, hubo cosas que me generaban contradicciones. Yo me emociono con los Beatles, hay artistas de rock que me gustan, pero si hablamos del rock como ese discurso…

Y sí, me gusta un poco mojarle la oreja a les rockeres, pero también es para devolverle un poco… Es como cuando te encontrás con ese compañero de la secundaria que te hacía bullying, y decís “ahh, ¿y ahora?”. Confieso que es un poquito eso. Una vez dije algo sobre el rock y saltaron los rockeros a bardearme. Un poquito me divirtió, pero no me interesa pelearme con nadie. Son pequeños disparadores, eso me gusta. O lover o hater, pero algo. La indiferencia es el peor enemigo del artista.

-¿Escuchaste “Madrileño”, el nuevo disco de C Tangana?

-Lo escuché, sí. Me parece un gran disco, aunque no me identifica tanto a nivel lírico. Lo entiendo como si viera una peli. Es un artista que sigo hace mucho. No sé si es una referencia, pero sí es un artista que rompe, y eso es muy valioso. Más en esta época en la que se busca reproducir antes que romper. Siento que él hizo su propio camino y eso, hoy en día, es el triple de mérito que antes.

-La última, Juan. ¿Qué pensás de Artime como flamente presidente de Belgrano?

-Le deseo lo mejor, aunque suene cassettero. Nada me gustaría más que ver un Belgrano glorioso como el que vi en Buenos Aires hace unos años, cuando seguí toda la campaña de visitante, ascenso, las dos primeras campañas de Primera División: fuimos a la cancha de Racing, Independiente, San Lorenzo, Boca, River, Banfield, Estudiantes, Quilmes… Hicimos turismo suburbano de la mano de Belgrano. Además en esa época ganaba de visitante, con Zielinski. Le tengo fe al Luifa, es un ídolo. Igual, te confieso algo: desde hace un tiempo que estoy deconstruyendo mi yo futbolero y creo puedo ser hincha de todos los clubes.