La escena musical de Córdoba se alimenta y crece a ritmo formidable. Todos estamos en la misma situación: desentrañar las viejas estructuras para poder crear y complementarnos como seres de una nueva era de ilustraciones, de cultura, de música. Un testimonio sonoro de tres muchachos y músicos se presenta con historias narradas. Seres tan reales como uno puede ser e imaginar, hacen eco y viven en una realidad para muchos bien conocida (y para otros no tanto) pero lo que sucede es que al final de esa existencia todos formamos parte de una isla.
Desde la vereda del frente se veía a los músicos: asomados en el ventanal del bar tomando aire y fumando un cigarrillo, ya era de noche y Güemes comenzaba su movida nocturna de jueves. Dos puertas largas y angostas, 14 escalones con velas que se derretían a cada paso, y artefactos antiguos hacen de Dalmacio un lugar recóndito y particular para escuchar a La Isla Común, la nueva incorporación del sello Discos del Bosque. Adentro, un cuarto nos esperaba para ser habitado entre amigos y cervezas y así disfrutar de una nueva banda de fantasías y realidades perdidas que se despiertan con verso singular.
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Rodrigo Benegas, Francisco Kreiman y Agustín Vivián son los chicos de La Isla Común. Con ellos, la música progresa con aroma cordobés y con arraigada influencia de rock nacional argentino y latinoamericano como Charly García, Sui Generis, The Beatles, Eduardo Mateo, Fattoruso, entre otros. Los nuevos muchachos Discos de Bosque intervinieron en la web con su primer trabajo discográfico de nombre homónimo el 30 de marzo pasado. De a poco, y con las intenciones de consolidarse aún más como banda, el equipo en este disco tuvo las colaboraciones de diversos músicos independientes que también son parte de la escena musical local como Juan Ingaramo, Juan Pablo Toch, Eduardo Valdes, entre otros. Por eso y con más aciertos, éste nuevo proyecto musical de la familia de Discos de Bosque, se suma a una contienda donde todos empujan el mismo vagón con el deseo de abirse paso en la música cordobesa e invitándonos a un sitio que todavía no conocemos y del cual, podemos ser comunes.
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Si pensamos en La Isla Común, es imprescindible meditar sobre las historias oblicuas en cada melodía: la ambigüedad en su música puede sonar tan seria como alocada. Estos muchachos de barba, remeras mutiladas y pantalones ajustados, nos estremecieron con sus voces de fino trazo y maniáticas composiciones como se percibió en Los Vampis. El trió se identifica con narraciones excéntricas y de muy buena metáfora cuando descubrimos Aguanta y Viaje. En la intimidad del concierto, esas palabras nos hacían decidir entre seguir lo literal o adentrarnos en una historia paralela, un mundo imaginario sin límites.
La sabiduría de lo innato se hacía ver y escuchar, ellos conectaban entre ellos y con nosotros: con el ritmo de lo íntimo que nos invitaba constantemente. Algunos sentían el goce de cerrar los ojos por un instante y llegar a lo hondo de un lugar, quizás solos, sin nada ni nadie. El aquí y ahora fluía sin causas ni consecuencias, solo éramos un todo en ese momento. Nada se suponía, todo era una pura realidad compartida: el desafío de nadar para llegar a una isla común.
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