En plena avenida Colón, en medio de esa calle neurálgica de nuestra ciudad, hay una puerta. Una puerta grande, alta, de madera, con un picaporte de bronce de esos de los tiempos de las abuelas. Detrás de esa puerta nada hace sospechar que esperaría un VHS, una máquina de escribir antigua, algunos sillones, un velador enorme. Y...
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