Guillermo Beresñak y Juanito el Cantor: sinergia viva en El Vecindario

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Un bar. Un espacio cultural. Un joven de rulos largos, alborotados y flotantes,se pasea entre las mesas. Cierra los ojos, se toma de las entrañas,se desgarra en cada palabra. Canta. Otro muchacho conflores y cerezas rojas de fantasía en la cabeza, rasga una guitarra con un ciervo dibujado sobre la madera. Un largo telón rojo cuelga a un costado del escenario. Dos parlantes negros se apoyan sobre cajones de cerveza vacíos. Una pantalla gigante proyecta imágenes que se reflejan en algunas botellas a medio beber en las mesas.

El joven de rulos largos, alborotados y flotantes se llama Guillermo Beresñak y junto al muchacho de las flores y las cerezas, Juanito El Cantor, hoy son amos y señores de El Vecindario. Guillermo y Juanito son seres dialécticos. En 2002 formaron parte del grupo Antü, que luego renombraron como Yenifer y su auto mágico y que luego mutó al Dúo Limón. Juanito y Guillermo son amigos, se interconectan, se interalimentan: son parte de una sinergia artística donde cada uno es fuente y raíz del otro y juntos son más que la suma de las partes. Guille fue el productor del álbum que marcó el debut solista de Juanito y viceversa. En su historial individual también cuentan con algunos pesos pesados: Juanito produjo La Caravana Mágica de Gustavo Cordera y Guille hizo lo propio con Primer Corte de Coiffeur. Y juntos, en esa unión, co-produjeron Alhaja y Miau, dos enormes discos de Miss Bolivia.

Fotos: Rocío Fornero

Beresñak llegó a nuestra ciudad para presentarnos En la habitación de Mike, su nuevo material de estudio estrenado en junio de este año. Siempre rompiendo moldes, Guille arranca la noche con un estreno: “Esta es la última canción que escribí en toda mi vida. Pero espero que no de toda mi vida”, dice Guille y se ríe. Suena Exagero, una composición con olor a nuevo en la que nos dice que “ve música y dirige el sueño”. Y es que eso es así: Beresñak ve música, vive música y dirige el sueño. Guille toma un largo trago de cerveza y, mirando a todos esos ojos que hoy lo miran, dice: “Hay que evitar que lo que soñás quede solamente en lo onírico: movete, hacé, conseguilo”. Guillermo es un cuerpo que vibra de la cabeza a los pies, se entrega a la música y convierte a su teclado en una extensión de sus dedos. Llega Martes 13, dramática y melancólica, para alcanzar su redención en los graves del piano que Beresñak hace sonar como ninguno. “¿Hacemos una acapella, Checho?”, le propone Guille al guitarrista que acompaña cada una de las desprejuiciadas y extrovertidas piezas de Beresñak. Y suena Sin Moverse, a sola voz. El muchacho no solo se mueve, sino que corre, salta del escenario, se pasea entre las mesas con esa violencia artística propia de los grandes: nos provoca con su voz y con esa extraordinaria capacidad musical y sensorial para hacernos parte de sus mundos. El mar de euforia por el que navega Guille encuentra calma en Por los días de sol: “Esta canción la hice para que mi mamá no se preocupe tanto por mí” y arranca “Parece que no, pero igual estoy bien, estoy un poco flaco, dejé de comer”.

Ahora es el turno del cantor y Juanito sube al escenario lleno de vida: flores en la cabeza, flores en la ropa, flores en la guitarra. El cantor llegó a nuestra ciudad con un repertorio que reúne parte de 12 canciones de amor y una botella de vino, avances de su próximo trabajo El Sueño de las ballenas y algunas versiones en solitario de La Nube Mágica, su colectivo musical. Como muchas cosas en la vida, su show empieza con un deseo, Quiero ser actor, entona con todo su amor desgreñado, con todo su talento floreado. “Con esta canción quiero decir que lo que te está pasando, es lo mejor que te puede pasar”, nos dice convencido y arranca Amarillo, una composición dulce, divertida, donde Juanito nos dice que “Voy a cantarte una canción de amor para dejarte en claro que soy como el aire que sale de las tempestades”.

Finalmente, llega el súmmum, el momento de la sinergia: si hasta ahora cada uno, a su manera, desplegó su talento y llenó de intensidad la sala, juntos crean una fusión de energías sin igual. En sus voces suenan creaciones como Y además y Doblar, de Antü. Llega  Yenifer y su auto mágico: el cierre vibrante, eufórico, dramático, artístico: Juanito se hermana con las cuerdas, Guillermo se arrodilla y se entrega a su voz. “Verás qué lindo es todo a tu alrededor” es la frase que cierra el show de estos dos artesanos de la canción y que queda resonando en loop en nuestras cabezas. Atravesamos la puerta de El Vecindario. Salimos sonrientes, energéticas, tarareando sin siquiera darnos cuenta, como pasa a veces cuando algo nos atrapa tanto, tanto, que se nos sale del cuerpo.

Un joven de rulos largos, alborotados y flotantes canta entre las mesas. Otro muchacho con flores y cerezas rojas de fantasía en la cabeza, rasga una guitarra con un ciervo dibujado sobre la madera. Juanito y Guille nos colmaron de una intensidad llena de matices, de esa  plena y desgarradora humanidad. Entrega. Arte. Cuerpo. Fuerza visceral. Porque cuando dos talentos que brillan se fusionan, todo, todo se ilumina. Guillermo Beresñak y Juanito el cantor: luz, música y sinergia viva en El Vecindario.

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