Ser Prismático: Gustavo Di Mario

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Gustavo Di Mario estaba haciéndole compañía a su papá en una rutina de cacería cuando  el aburrimiento lo incitó a buscar una forma alternativa de disparar. Entonces agarró por primera vez una cámara Canon. Después probó su puntería en su propio bosque, el de la noche, con la fauna insómnica  de conocidos que diseñaban sus propios vestidos, que hacían moda escurriéndose de  la sombra fastuosa  de las grandes marcas y que de golpe contaban con una lente amiga dispuesta a registrar  la redada. De allí a las producciones para Vogue, Barzón o Harper’s  Bazaar, y a las campañas publicitarias para importantes firmas de indumentaria y calzado, sólo distaban un par de flashazos. Gustavo siempre supo cómo y a donde quería darlos.

Su casa en Villas Las Rosas, a donde ahora regresó  a bajar el vértigo del Bafweek, es una muestra del eclecticismo que viste toda su obra y su persona. Con el Champaquí de fondo y su perro Whisky al lado (gigante y tan buen anfitrión como el amo), el prismático fotógrafo se presta a la reconstrucción de un recorrido profesional que va desde las humildes canchitas  de barrio a las grandes capitales de la moda. Sus libros, Potrero e Interior, son dos seductoras  colecciones de imágenes en las que se adivinan y se combinan  la intención antropológica con la maestría en la captación de esencias  propia del retratista y la deconstrucción de los íconos inherente a todo gran provocador.

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“Yo acompañaba  siempre a un amigo que jugaba al fútbol en la C y empecé a hacer una serie de fotos sobre eso. La madre de otro amigo, una artista que se llama Egle Martin y que es la suegra de Gustavo Santaolalla, me propuso hacer un libro con ese material. La idea era cubrir fútbol en distintas partes del país,  siempre fotografiando a la gente amateur o a la que no le iba tan bien. No quería mostrar al futbolista exitoso sino retratar a esos que con lo que ganan apenas pueden pagar el bondi, aunque le dediquen las mismas horas que un profesional. Entonces armé el libro y Santaolalla, así como es él, dijo que el prólogo lo iba a hacer Maradona. Conocí a un montón de gente, me metí a un montón de lugares. Me gustó eso de darle un momento de atención a un pibe que probablemente nunca va a aparecer en un diario.” Di Mario está hablando de la experiencia Potrero, materializada en formato libro, en el año 2004, por la Editorial Retina. Allí supo  capturar con belleza el lado más crudo del fútbol y el sensualismo  oculto en el hombre común  que está haciendo lo suyo.

En Interior aparece esa misma pretensión pero corrida de círculo, desplazada al ámbito de las jineteadas. En el crisol que va de la demonización sarmientina a la beatificación de José Hernández,  la representación del gaucho ha atravesado diversos cauces. Di Mario buscó desenyesarlo y consiguió hacerlo zafar del estatuismo del  típico héroe patrio. “Quise sacarle el estereotipo, mostrar que los gauchos son gente común y corriente, que quizá trabajan de plomero o de lo que fuese, pero que a la vez llevan un sentimiento muy adentro que tiene que ver con el campo y con lo marginal. En ellos está  muy arraigado todo eso de la tradición, que me parece un bolazo y que está relacionada el debe ser y con una estructura muy cerrada; pero el gaucho no pasa sólo por la típica vestimenta, sino por el sentimiento de estar afuera del sistema. Tengo una foto muy graciosa de un pibe en sombrero y calzoncillo, que está parado en una postura que hace que  aunque no tenga casi  nada puesto siga siendo un gaucho”, explica Gustavo.

Border line

En el cuerpo de Di Mario bailan y se amontonan los ases. Cuando habla, un fantasma de bigote dalinesco todavía le brinca arriba de  la boca. Su ADN es un shake identitario que mezcla en un mismo coctel sangre argenta y carioca. Defensor de una estética genuinamente latinoamericana pero dueño a la vez de una intuición artística cosmopolita, este fotógrafo viajero no le tiene miedo a ningún callejón del mapa. Entonces  va, como ave rara salida de un animalario extravagante por los cielos que haya que surcar. Halcón galáctico de mirada afilada, baja al suelo atraído por alguna excéntrica presa y si es tentado desciende todavía más, por la escalera inclinada del under, a lo que hierve debajo del gran catálogo comercial. De su variada producción pueden extraerse algunas constantes: el power que siembra en la imagen el uso de una luz tenue pero  intimista y penetrante, el protagonismo  de algún color que por saturado se vuelve vibrante y el foco casi siempre puesto en los márgenes.

“Dentro de la moda también empecé por los bordes, proponiendo gente que no estuviera dentro de una agencia y que tuviera rasgos interesantes. Y lo mantengo,  me preocupa mucho saber a quién voy a fotografiar, eso a veces para los fotógrafos es un trámite porque  les interesa la fotografía pero no la moda en sí. A mí sí me importa la moda, me gusta la ropa y trato de mantenerme en contacto con las nuevas generaciones de creativos. Si bien fue bastante inconsciente, en moda traté siempre de descolocar, de buscar la foto fuera del contexto esperable.  Ahora  esto es mucho más común pero cuando yo empecé no lo era. Me interesaba desestructurar”,  explica el rupturista Di Mario. Las osadas producciones junto a su amiga y estilista Simona Martínez no lo dejan mentir.

“Una vez hicimos una foto con emos, que se juntaban en una plaza en Buenos Aires. Fuimos con una camioneta, llevamos nuestro propio vestuario y veíamos a quién fotografiar,  mezclábamos la ropa nuestra con la de ellos. Lo mismo hicimos en una celebración de la Virgen de Caacupé, de los paraguayos,  la sorpresa es la forma de laburo que más me gusta”, dice un Gustavo que  a esta altura es un álbum vivo de experiencias. Y sigue describiendo las cláusulas implícitas en todos sus contratos de trabajo: “Nunca hice cosas que me hayan hecho sentir horrible. Generalmente cuando me llaman de laburos muy comerciales lo hacen porque algo de lo mío les interesa. Claro que hay mucho chanta en publicidad, gente a la que tenés que salvarles la movida y que están queriendo vender todo un way of life. Incluso en esos casos me gusta meterme, soy muy de opinar, de participar, me interesa mucho el casting, me tiene que parecer interesante la persona a fotografiar por más que estemos vendiendo papel higiénico.”

Como caminar por la línea fronteriza, con un pie en el mercado y otro en la contracultura,  siempre tiene sus riesgos, Di Mario y  Vómito Attack (Nicolás Monti) se aseguraron un espacio editorial donde difundir contenidos alternativos sin preocuparse por mantener un rígido equilibrio. Así surgió Lunfarda, la propuesta gráfica que muchos leyeron como un muestrario “arty”, pero que, fiel a su nombre, fue más bien un conglomerado de jergas y expresiones heterogéneas. Los 28 números, que  todavía se pueden ver en la web, reúnen trabajos de fotógrafos revalorizados y laburos emergentes, seleccionados, según Gustavo, con el criterio de exaltación de lo latinoamericano: “Pasó que en los cinco años que estuve viviendo en Nueva York  me encontré con muchos latinoamericanos que se querían parecer al yanqui o pasar desapercibidos dentro de esa cultura, asimilar los mismos códigos. A mí también me pasó que en un momento me puse como abanderado de los negros, porque me gustaban y me inspiraban (de hecho tengo un archivo interesante en base a ellos), pero  después me di cuenta de que yo no soy eso. Hubo un click ahí. ”

 No escuela

Click, tras click, tras click se fue armando, bajo la firma Di Mario, un portfolio desmesurado y resistente a los rótulos reduccionistas. Gustavo busca quebrarse a sí mismo y rechaza los accesos simplistas a su fotografía: “En un momento me rompió bastante las pelotas que sólo me identificaran con pibes en calzones. Sí bien en mis fotos está eso de erotizar al hombre, que era algo menos común , me parece que esa es la lectura más rápida y más obvia que se puede tener. Eso se me puso en contra  y me hartó. Porque para mí las facciones de la persona eran más importantes que el calzón”.

Autodidacta y tecnológicamente relajado, Di Mario deja en claro que su arte está más en la mirada que en el instrumental técnico que se usa para inmortalizarla: “No sé nada de cámaras, no le doy bola. Es un elemento más, no soy un enfermo de las cámaras, soy bastante desprolijo con ellas. A mí con lo básico me basta, me parece que lo importante es probar. Y más ahora, en la era digital, que no tenés ni que gastar plata.  En el último premio Petrobras en el que yo participé, eligieron una foto que casi no es una foto, es un collage pintado arriba. Fue un escándalo entre los fotógrafos. Por más que busco la vanguardia en la imagen, soy como muy tradicionalista en el concepto.  Soy retratista en un punto. Me parece que está buenísimo que la gente pueda sacar fotos con lo que tenga y que haya una superabundancia de imágenes, con muchas cosas valorables, pero yo sé que es lo que a mí me gusta  y es  todo lo que viene del fotoreportaje, la realidad es lo que más me interesa de la fotografía.”

La convicción y el anti-academicismo facilitan una apertura máxima del obturador y el diafragma por la que se cuelan permanentemente la variedad y la diferencia: “Las contraculturas y el menos escuchado es lo que más me interesa, lo que no es noticia. Si no la foto cae en la pasividad y en el consumo. En moda está muy difícil esto, las facultades arruinan muchas cabezas cuando marcan un camino. Todos quieren vender  y hay poquísima fantasía. Yo pertenezco a una generación que hacía lo que sentía con los dos trapos que tenía a mano. Veo cosas de la facultad que son imponibles, que están buenas como ideas, pero que cuando bajan, bajan muy a tierra. Hay que jugársela, en el error está el gusto”,  asegura Di Mario.

Sin  presiones y sin escuelas, en sus 20 años de trabajo Gustavo contribuyó a la redefinición de la fotografía de moda que, de un tiempo a esta parte, dejó de ser una prolongación de la vidriera para convertirse en una expresión digna de aparecer en galerías de arte. “Generalmente me dan laburos con contenido. Tenés ocho o diez páginas para reflejar el espíritu de un personaje  y contar una historia en la que tiene que haber variedad de planos y la ropa y el zapato se tiene que ver. Pero, a la vez,  hay que buscar que esa imagen sea perdurable. Y eso tiene que ver con que todo esté cuidado y con que pase algo de verdad”, asegura. Y luego añade sobre ese mundo: “Es difícil con modelos, porque musas hay muy pocas, o pibes que entiendan que es lo que estás tratando de decir. A veces está bueno que tampoco entiendan nada, porque están más allá de eso, pero otras veces uno arma un teatrito para que ellos estén ahí no sólo viéndose lindos sino sintiendo un algo que está pasando. Sino la moda es muy descartable, muy de temporada. Me pasa que a veces veo fotos viejas mías y me las banco, porque no tienen que ver con el momento de la moda solamente, sino con muchas cosas de las que yo me nutro.”

Después de la lluvia que bañó la mitad del día en Traslasierra sale el sol y el prisma que es Gustavo va emitiendo, de apoco, un arcoíris inagotable de pasatiempos: un horno de barro donde hace el pan, una cosecha de aceitunas que esperan madurar en un tacho con agua y sal al fondo del patio, pinturas de su propia autoría, gallinas que quieren salir del corral y sus plantas, un amor vegetal que cultiva con esmero cuando no está de paso por Nueva York, Berlín, Brasil, la India, Buenos Aires  o Japón.  En el tiempo que le queda entre una y otra pasión, Di Mario baila solo, haciéndole honor a su alter ego DJ Ortensia. “Cuando era chico en vez de llorar en el quiosco, lloraba en las disquerías”, cuenta para sacar a lucir su faceta de coleccionista, otro color que cristaliza en sus imágenes, esas en las que nunca sale pero en las que siempre se ve…. “La verdad es que no me gusta que me saquen fotos”.

Música: Celeste Mendoza (cubana) y amplio repertorio brasilero.

Literatura: Manuel Puig, Pedro Lemebel, Pedro Mairal, Sergio Olguín.

Cine: Pier Paolo Pasolini, Federico Fellini, Woody Allen, Alfred Hitchcock.  

Fotografía: Martín Chambi, Tim Walker, Helmut Newton.

Diseñadores: Joan Martorello, Vicki Otero, Bandoleiro, Pablo Ramírez.

Visitá: https://www.gustavodimario.com/

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