Amour

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¿A partir de qué edad el amor se convierte en compromiso, acompañamiento o simple costumbre? ¿A partir de qué edad dejamos de hablar de amor, para sustituirlo con cualquier palabra vacua, como si el concepto sólo tuviese vigencia en una predeterminada porción de nuestras vidas? Haneke nos entrega una cinta cruda, real y maravillosa sobre la vida de una pareja de 80 años cuya relación difícilmente pueda medirse en términos de compromiso o de rutina. No, aquí se está hablando de otra cosa. Una sola palabra. Fuerte, real, impulsiva y claramente insustituible: amor.

Amour, galardonada en la última entrega de los Oscar como mejor película extranjera por Austria, cuenta la historia de Georges y Anne, una pareja de la tercera edad que vive de forma apacible y sin mayores problemas, hasta el día en que Anne cae enferma y su salud comienza a deteriorarse rápidamente. Con abundantes silencios y tomas largas, y dentro de la casa de la pareja como escenario casi exclusivo, el film nos enfrenta crudamente al sufrimiento de Anne, que, combinado con una excelente actuación de Emmanuelle Riva, logra encarnarse en el cuerpo y mente del espectador mismo, para sentir, sufrir, y compenetrarse desde el principio hasta el final con la historia de aquellos personajes que en un comienzo pudieran resultar tan ajenos.

Como pocos, Haneke logra retratar desde los ojos y el corazón de sus protagonistas una relación de la tercera edad. Relaciones muy comunes que en nuestra sociedad inusualmente se interpretan como lo que verdaderamente son en su esencia. Por eso Amour no podría llamarse de otra forma. El personaje de la hija de Georges y Anne representa la visión exterior, aquella a la que estamos acostumbrados, mientras que la impotencia, el orgullo herido y el dolor de los protagonistas se hacen carne en la historia para que podamos comprenderlos. A ellos, directamente a ellos. Sin intermediarios, sin ningún prejuicio que indique que un anciano no puede sentir igual que un niño o un adulto.

Si Georges ama realmente a Anne o si no lo hace, si sus decisiones son correctas, justificables o simplemente aborrecibles, eso podría ser tema de una discusión mucho más larga y compleja. Lo importante es que el sentimiento de cada uno de los protagonistas hacia el otro no puede entenderse si no es en relación al amor. El amor como parámetro, como sentir que existe en la adolescencia, en la adultez y también en la vejez. Aplausos para Haneke, por mostrar y demostrar una porción de realidad que generalmente pasa desapercibida. Por brindar a sus personajes la importancia que se merecen, y la complejidad que tienen realmente.

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