Existe un prejuicio bastante instalado en el común de la sociedad que proyecta al cine de animación como un terreno dedicado exclusivamente al público infantil. Los cines comerciales convocan con películas para chicos a padres y primos que, casualmente, logran acompañar a un niño como excusa para regenerar su propia risa y refrescar un poco, a oscuras, la rutina adulta. ANIMA, el Festival Internacional de Animación más importante del país, hace volar por el aire esta especie de encubrimiento avergonzado y celebra con alegría la animación en todas sus formas. Más de 150 cortos, largos y videoclips de todo el mundo para chicos y adultos creando y recreando la realidad de las más diversas maneras, explorando y explotando al máximo los recursos infinitos que nos ofrece la animación.
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Fotos: Carlos Mux
La séptima edición de ANIMA ocurrió del 10 al 12 de octubre en Córdoba, donde cineastas de todo el país y el extranjero tuvieron en el Pabellón Argentina su punto central de encuentro. Las funciones, completamente gratuitas, convocaban al público a disfrutar de los géneros más diversos y descubrir una inmensidad de códigos diferentes utilizados por los cineastas para retratar la realidad en una rama del cine que no conoce de límites.
Además, el festival contó con una amplia gama de propuestas en materia de capacitación, con personalidades destacadas dictando talleres y seminarios relacionados con la animación. Profesionales con más y menos experiencia compartiendo una misma realidad, con la pasión como motor principal, haciendo lo imposible para desplegar toda la magia que el cine permite, sin que la escasez de recursos se convierta en un freno a la imaginación.
ANIMA pasó una vez más por la ciudad, dejándonos con el aire cargado de frescura y reivindicando la animación como una de las ramas más ricas y versátiles del cine. Apagando las luces de la sala para prender las del cine animado y darnos ese empujón que tanto necesitamos para asomarnos a descubrir y disfrutar la enorme variedad de contenidos que se nos ofrece.
Animación para todas las edades. Animación que retrata con detalle la realidad en que estamos inmersos separándose de ella, en un plano diferente que nos es tan ajeno como familiar. Las texturas se multiplican, el amor se siente más fuerte y el dolor más profundo. La pantalla dispara emociones indiscriminadamente, y a la vez nos protege, asegurándonos que de ese mundo que se retrata podemos rescatar lo más lindo y transformar lo más feo, tal como el cineasta puede hacerlo con su propia obra.
Jugar, crear, imaginar. Reír y llorar más fuerte. La animación no es, definitivamente, un terreno exclusivo de los chicos; aunque sí lo sea, quizás, del chico que adentro nuestro canta y golpea, de ese que verdaderamente quiere cambiar las cosas –y tiene la energía para hacerlo–, y que nos pide hace tanto tiempo que le demos un poco de bola.
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