Stranger Things of fashion: los mejores estilos de la serie

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por Émilie Mantaray

A menos de cumplir un mes del estreno de Stranger Things 2 en Netflix, observamos por qué la serie se convirtió en un gran referente fashionista.

«Eighties, by day we run, by night we dance, we do/ Eighties, I’m in love with the coming race/ Eighties, I’ve got the best, I’ll take all I can get/ Eighties, I’m living for the eighties/ Eighties, I’m living in the eighties, I push/ Eighties, I’m living!» cantaba Jaz Coleman, líder de Killing Joke quien pareciera haber definido el ímpetu que vivían los jóvenes en la gloriosa década.

Se estrena la segunda temporada de Stranger Things y casi como un rito todos esperamos con ansias su comienzo. Intentamos recordar los hitos más entrañables de la primera temporada: la lealtad entre los amigos, el mundo al revés, los juegos de rol, el sci-fi como premisa, la maravillosa banda de sonido que se plantó en unos ochentas más vigentes que nunca, las familias americanas de clase media, los personajes que tatuamos en nuestra memoria, entre tantos tópicos inolvidables. Nos resurge una melancolía que se sitúa a mediado de la década de los ’80 a fin de plantear nuevas hazañas.

Con toda esta disposición trazamos un pacto inquebrantable: esta serie se forjó de modo tal que no podemos escaparle a rememorar una época que como “todo pasado fue mejor” y cada ícono vintage restituyó su sitio para convertirse en algo fresco y actual.  Algo de esto fue tramando Kim Wilcox, la costume designer de la segunda temporada de ST que cuidó de cada detalle tanto como los hermanos Duffer. Un potente foco en las familias tipo, de un pueblo de Indiana hizo eco en un particular hábito del vestir. Poco hay del esplendor de los ochentas en cuanto a prendas ostentosas, texturas, tipologías y exageración cromática. Es quizá este aspecto el que haya hecho que el reflejo que sintamos sea inmediato.

Todo apela a nuestra memoria emotiva en donde los dénims, las zapatillas, las hombreras, los sweaters en diversos tonos amarronados, los cárdigans, las camperas oversize en cuero y dénim, los mamelucos de Los Cazafantasmas y las prendas deportivas eran moneda corriente en cada casa. Se quisieron recrear las costumbres  de una época y trazar los estereotipos que conviven en una pequeña ciudad como Hawkins. El resultado nos parece tan natural que nada desencaja.

Hay un coqueteo con los finales de los setentas, por un lado la influencia del punk y crecimiento del post-punk que devino en prendas oscuras, cuero, tartán, tachas y cadenas. Es el estilo que adoptaría la ya crecida Eleven quien ahora posee nombre e identidad y se convierte en Jane. Como también puede apreciarse una marcada tendencia a los tonos pasteles que abarcaron el fin de década de los ’70. Los aires playeros de la West Coast y el skateboarding, con piezas más despojadas y la llegada de las Vans y los Levi’s. También vemos ingresar al enfant terrible con Billy; su aspecto rudo y  glam es una bocanada de aire en este pueblo aislado.

De este modo, el Hawkins de la quietud se va dotando de algunos guiños de la mitad de los ochentas. No de forma invasiva, porque es el reflejo de una sociedad de clase media, que vive los pesares de un pueblo chico.

Con nuestras emociones a flor de piel, todos queremos pertenecer a un mundo en donde haya un mensaje que nos identifique. Así, poco a poco, la característica remera de banda o de frases aisladas se convirtió en una prenda de culto donde la serie remarca los valores que nos ponderan. Y es el caso de Stranger Things 2, que estuvo en la mira de Louis Vuitton y Topman/Topshop tanto en el desarrollo de colecciones y en la cresta de la ola como ícono pop. No faltarán los arribos nacionales, ni las marcas que tomen este mensaje como propio. De alguna forma, esto trasciende a la moda y es de relevancia cultural por lo que ST ganó un lugar seguro en nuestros corazones.

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