Tarde, pero seguro, el sol apareció en el último día del festival, provocando siestas al sol en el escenario reggae, unos mates en el pasto del principal y muchas (pero muchas) sonrisas de alivio. A las 17.30hs. pasaditas, el Picante Pereyra (jugador de Belgrano) se subía al principal con la banda La Que Faltaba; en el temático Un Rojo Reggae Band (de Costa Rica) hacía mecer a los que ahí elegían estar; en la carpa Pepsi ya empezaba a perfilar el comienzo del festival Ciudad Emergente y en el domo naranja NINA encaraba el camino del escenario.
Comandados por el inquieto histrionismo de Juan L’Brus, los NINA suenan a mezcla de caravana circense y rock, con momentos intensos en los que la misma expresividad de Juan, te hacen creer que en realidad todo lo que estás escuchando es un chiste. Circo y carnaval se unen para levantar a la gente que, ahora, desde adentro del domo, se animan a bailar, agitados por algunos ‘groupies’.
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En una diagonal exacta y surfeando sobre las pocas capas de barro (arenas movedizas) que todavía quedan, está la carpa del Pepsi donde hoy, va a pasar el festival Ciudad Emergente. Danza y arte callejero, batalla de hip-hop, Viva Elástico, La Perra que los Parió y un acústico de Eruca Sativa, fueron las opciones de este festival en versión condensada. A las 18 la batalla de hip-hop encantaba (y desencantaba a los más talibanes del rock) a un público mayormente adolescente, que se agolpaba en formato circo: un gran círculo ocupado en el centro por un cantante de beatboxing. Las sensaciones de la gente son un tanto encontradas: entre el encantamiento zarpado y la no comprensión. Los que no entienden prefieren ver la muestra de fotos a cargo de Martín Bonetto y migrar rapidito a otro escenario. Los encantados, agitan y hasta perrean con el ritmo.
Media hora más tarde y en el mismo lugar, aunque con casi 45 minutos de retraso respecto al horario oficial, arranca Viva Elástico, una de las bandas más inquietantes de la escena emergente. Conectados plenamente con la música que ahora están tocando, ‘los elástico’ dieron un show orgánico y pulido, condición que creo, el público también supo interpretar, cuando lejos de la incomprensión varios curiosos se sumaron a la carpa. Arriba del escenario el indie en su más puro estado.
La pifiada del día. Ya era de noche en el predio cuando nos encaminamos, de nuevo en diagonal, hacia el domo naranja. Las 20.40 era la hora señalada para el show de los Rayos Láser. A las 20.15, con caras de cansancio, viendo cómo la gente se agolpaba para intentar ver/escuchar algo del show de Favio Posca (que al final terminamos escuchando), éramos dos cuerpos sentados en la puerta del domo, esperando. A las 20.30 dijimos seguro ya termina. A las 20.45 pensábamos que Posca era un colgado que se había copado de más. A las 21 ya no entendíamos nada y empezamos a dudar y preguntar ¿y los Rayos? ‘Y los Rayos ya pasaron chicas, cambiaron el horario con Posca y tocaron antes. Termina Posca y cerramos el domo’. Así que, en este humilde acto queremos que sepan que el team de AY MAG los apoyó en espíritu y que La noche del Sur es mi canción favorita, ojalá haya salido linda. Nada más.
A falta de la fuerza del láser, decidimos migrar al principal, que a esa hora palpitaba al ritmo de La Vela Puerca, una de las bandas más convocantes del festival y clásico entre casi todos los clásicos festivaleros. Los uruguayos levantaron el pogo de la gente, que esta vuelta vino con los trapos agitados y exactos acompañamientos vocales. La nota de color: Manolo, amigo e invitado de la banda, fue como ver la encarnación de Wallas (Massacre), justo en un año que su ausencia, junto a la de Kapanga, fue muy notoria. La presencia de este Wallas uruguayo incluyó caminata por la pasarela en modo desfile y bailecitos serpentarios arriba del escenario. Una hermosura.
La última migración del día fue de doble vuelta: el público de la Vela hacia el temático reggae, algunos del reggae para ver a Babasónicos. La presentación generaba, en la previa, algunas expectativas: no nos olvidemos que el año pasado la banda presentó material nuevo y era ésta la ocasión elegida para presentarlo en público, al menos en Córdoba. Esta vez Dárgelos, enfundado en un religioso abrigo blanco como todos los años, fue un espléndido anfitrión ubicándose bien lejos de la frialdad palaciega del año pasado. Sin mi diablo, Microdancing, Los burócratas del amor, La lanza, Putita, El colmo… una tras otra sonaron en un cóctel pop demoledor. Bailes frenéticos y gritos apasionados (a lo recital de Luismi) acrecentaron la efervescencia melodramática de Dárgelos, que tuvo una noche de conexión íntima con su música. Y se notó a pleno. Chapeau a él.
Final, finalísimo para una nueva edición del Cosquín Rock. El balance indica diversidad, mucha agua y barro, algún frío consumido en tres días y unas piernas que ya no responden como el año pasado. También indica felicidad por el riesgo, cansancio del lindo y unos oídos que se van repletos de música.
Para el año que viene un pedido: Sr. dios del rock, que no llueva más. Gracias.
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