Los hilos invisibles: Mariana Päraway presentó Hilario

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Hilario es una palabra que tiene que ver con la idea de un diccionario, de un herbario, de un muestrario de hilos. Por otro lado, estaba enroscada pensando en cómo es que ciertas personas nos encontramos, otras no, como hay algunas con las que mantenemos cierto lazo afectivo. Entonces me puse a averiguar: hay muchas teorías, leyendas y mitologías que hablan sobre lazos que unen a las personas. Sobre los hilos. Y también pude sentir que había un hilo conductor en todo el disco, que es el mar. Y de todo, todo eso: surgió Hilario

Una mesita de luz. Pequeñas bolsas blancas. Bordadas. Adentro hay tres tarjetas blancas que tienen letras. Letras de canciones. De un disco. Un sobrecito con hilos turquesas, magentas, dorados y plateados. Instrucciones para bordar. Un Hilario. Es jueves y son las 19 horas. Caminando por una vereda angostita, está el Paseo Achaval Rodriguez. Tras un breve pasillo que es casi un suspiro, el sol sale adentro nuevamente. Un patio interno: un sillón floreado, un charango y una guitarra descansado sobre él. Plantas, algunos libros sobre las mesas, caras, sonrisas, mochilas cargadas de todo el día. Cervezas en botellitas, en botellones, en copas, en vasitos de plástico y hasta en tazas. Y una disquería que lleva un nombre planetario: Mercurio.

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Fotos: Gaspar Bochaka

-Te dejo esto un toque acá, ¿puede ser?, dice una chica vestida de viento o de agua o de mar, mientras deja una cerveza fría sobre una de las mesas. Vestida de celeste por la firma cordobesa Transeúnte y tras esas enormes gafas está Mariana Päraway. Etérea y como flotando, se entrega a la música. Se sienta en el sillón, acomoda su vestido, afina la guitarra, afina el charango y comienza con Marinera / La Llorona. “Busco en el viento una señal”, canta Mariana, evocando ese deseo, esas ansias. La muchacha que nada en aguas calmas,  nos conecta con la suavidad de algodón de la canción: con esa cadencia que es casi un elogio a la lentitud, a la pausa, al habitar el instante. Llega Hilaria, el alma mater del disco, el nexo, la que entreteje, une y alimenta: esa que tejiendo da sentido y belleza al disco. Mientras ella canta, los autos, las bicicletas y los trolebuses atados a los cables de la ciudad, transitan como en cámara lenta. Navegan por la selva de cemento, se unen con hilos invisibles a Mariana, al charango, a los vasos de cerveza, a los aplausos y a nosotros.

“Esta canción se llama Capadoce. Se trata de caballos. Muchas de mis canciones hablan sobre caballos. Será porque nunca tuve uno” dice Mariana. Y es que sus caballos no usan herraduras ni monturas. Sus caballos son salvajes: son de fuerza. Y arranca con su charango bicolor, sosteniéndolo con firmeza como se sostienen aquellas cosas a las que uno se aferra con pasión.  “Los que se la sepan, la pueden cantar”, dice la muchacha mendocina que nos sonríe mientras suena Sirena, el corte difusión del disco. Mariana se zambulle en la canción, se hace una con los acordes, se transforma en un cuerpo sonoro que expele música por los poros, habla con la piel, con las manos y con las cuerdas.

Y como no podía ser de otra manera, las veladas que empiezan con guitarras, cervezas y charangos terminan con cuerpos danzantes. Bailar fue la canción elegida para cerrar una tarde / noche colmada de talento, amor y una felicidad latente que se hacía sentir en el aire. Somos una congregación de seres distintos, un herbario, un diccionario. Enlazados unos a otros, transitando los puertos, unidos por hilos invisibles. Atados o desatados. Navegando con o sin rumbo.  Viviendo. Porque todos y en todos lados, somos eso: un hermoso y brillante Hilario.

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