Presente y futuro de Rayos Láser, un grupo de amigos que sin querer transformaron su vida y desde Villa María hicieron cantar a todo el país.
Fotos de Agostina Orlandi – Estilismo Mel Bacaloni
Rayos Láser vivió muchas cosas en muy poco tiempo. Pasaron poco más de tres años entre la reunión de unos amigos para darle forma a sus primeras canciones y este presente con disco promisorio y recitales importantes. Y aunque en esa breve historia el escenario de fondo suele variar (puede ser la Universidad de Villa María, la ciudad de Córdoba o el ajetreo urbano de Buenos Aires), hay un punto de referencia al que el grupo siempre regresa: su estudio en Villa Nueva, donde grabaron sus dos álbumes. De espíritu casero y distendido, ese lugar resulta cardinal en la biografía láser, a punto tal de decidir que su segundo trabajo, el que tiene la ardua tarea de ratificar todo lo bueno que sugería el debut, iba a llamarse así, como la ciudad en la que Tomás Ferrero, Gustavo “Gringo” Rodríguez y César Seppey fabricaron su universo musical.
Pero la expresión Villa Nueva también encierra otros significados, más relacionados con una conexión interior y las necesidades de construir un mañana mejor y más habitable. Y allí también entran en juegos los sentimientos, una clase de estados anímicos que los Rayos Láser han sabido plasmar con gran destreza en sus canciones. Hay pruebas de sobra: Mintiéndome, Lo que digo, Asfixiado o Me persigue son apenas un puñado de ejemplos que describen sensaciones muy puntuales a través de su música y su letra. Y una vez que llegan a los oídos indicados, se alojan en esa zona donde conviven nuestras canciones favoritas, las que vamos a cantar o silbar un buen rato.
De forma paralela, en ese lapso relativamente corto, el grupo realizó shows de gran magnitud, fue fichado por un sello grande y tuvo una atención mediática bastante amplia por tratarse de un proyecto del interior del país. Ante una situación así, ¿qué tan difícil pudo ser grabar un segundo disco? “Si hubo presión, fue la de hacer buenas canciones. A todo lo demás lo tomamos de forma tranquila”, comenta el Gringo en los camarines del Orfeo, donde minutos después la banda actuará en la previa al show de Tan Biónica. A pocos metros de allí, miles de personas aguardan impacientes el comienzo del espectáculo, pero en esta habitación se respira un clima relajado, ajeno al fervor adolescente.
En un momento se acerca al camarín Guido Iannaccio, mánager de Tan Biónica. Saluda a todos con buena onda y después comenta que Chano “flasheó” cuando escuchó Mintiéndome por primera vez, que “la estuvo cantando por días”. Los Rayos se ponen contentos, aunque es probable que tengan en claro que ocurre algo curioso con su música: puede llegar a enganchar a una estrella popular, como en este caso, pero también a un músico con formación académica que destaca los arreglos, o a un rockero que rescata los buenos estribillos. Rayos Láser es ese grupo que escucha la chica que te gusta, pero también tu sobrino o tu abuela. Sus canciones le llegan a gente muy distinta, como un equivalente pop de las películas animadas de Pixar.
Imaginario láser
Si el todo es más que la suma de sus partes, como asegura un viejo axioma, Rayos Láser es el resultado de tres músicos cuyo aporte singular forma un cuarto estado, una especie de destello que aparece cuando se produce la interacción. “Habíamos armado un formato que funcionaba, que sonaba bien y era fácil de armar de forma casera”, recuerda César sobre los primeros días del grupo. En su caso, el aporte distintivo para las canciones es la afinación de su guitarra acústica, una disposición de notas patentada por Robert Fripp y conocida como “New Standard Tuning”, muy diferente a la tradicional.
“Es una forma de salirse de los yeites”, explica. “No tengo manera de caer en eso si toco con esa afinación. Además, genera una sonoridad diferente. La idea es que no escuches sólo el sonido de guitarra acústica, sino efectearla bastante con pedales”.
Para Villa Nueva, lejos de emular las producciones de moda en el mainstream, el grupo experimentó con sintetizadores analógicos. Aislados, los sonidos del Korg modular o el viejo Casio CZ 101 pueden remitir al synthpop de los ‘80, pero en poder del trío villamariense suenan de otra manera, transformados en presente puro. “Acompañaban al imaginario láser”, resume Tomás. “Nos dimos cuenta que los sonidos tenían una gordura que no íbamos a conseguir con una compu. Esto era algo más orgánico”, completa el Gringo.
Al momento de la charla todavía no tenían definido el primer corte de difusión del disco. En realidad, le tenían mucha fe a varias canciones. “El más obvio sería Llamame”, coinciden, pero también apuestan a otras, como Monitor, más rockera y con estribillo saltarín, que ya han probado en vivo varias veces. “También nos encanta Con amor, la que abre el disco, porque se presta para el verano y tiene una estructura diferente”.
Villa Nueva pasa por varios estados: Fascinación es una balada melancólica, con buenos arreglos de voces y una letra bellísima; Jugar con fuego es un hit electropop en potencia; Piel dorada es una balada introspectiva, de instrumentación minimalista; Un acto mágico es una declaración de amor emocional en la que resalta la voz del Gringo; Ya no me dejes tiene todo para sonar en las radios, y Canción del futuro es el cierre perfecto para un álbum de pop ecléctico, honesto, original.
“El primer disco llegó hasta acá sin pretender mucho. Villa Nueva es la continuación natural de eso”, dice Tomás, minutos antes de subir al escenario. César y el Gringo coinciden con esa idea, mientras toman un poco de gaseosa y buscan la ropa que van a usar en el show. Apenas un rato después, esas mismas personas van a estar sobre el tablado del Orfeo, atravesados por ese destello pop, subidos al rayo, para entregar sus corazones en nombre de la música y la amistad.
Para escuchar www.discosdelbosque.com.ar
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