Viridiana en 90 minutos

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Viridiana es una de esas películas que, afortunadamente, no dejan un mensaje conciso que pueda expresarse fácilmente al terminar el film. Eso no quiere decir que tal mensaje no exista, sino que -por el contrario- es mucho más rico y complejo. Varias imágenes llegan a mi cabeza cuando intento explicar lo que me generó la película. Pienso en un chico que, en la noche de navidad, baja las escaleras con un vaso de agua y se encuentra con la imagen de su padre dejando bajo el árbol los regalos que Papá Noel debía traer. El chico tiene seis años y nunca había cuestionado la existencia de su héroe, siquiera había oído murmullos en la escuela. Pero ahí está, de golpe, con la imagen demoledora que va a quedar siempre guardada en su memoria, confrontado de manera brutal con una realidad de la cual nunca podrá salir. El vaso se escurre entre sus manos y el agua se desparrama por todo el piso. La pérdida de inocencia en cinco segundos. Viridiana es justamente eso: la pérdida de inocencia en 90 minutos.

Viridiana -el personaje de Silvia Pinal- no es una niña, sino una joven afecta al catolicismo a punto de consagrarse monja, lo que, parece decirnos Luis Buñuel, es más o menos lo mismo. El director se mete a fondo con los símbolos religiosos y juega con ellos indiscriminadamente, los profana. Un crucifijo que a la vez es una navaja. Un grupo de mendigos representando accidentalmente la escena de la última cena. Rompe de manera definitiva con esa ilusión de mundo ideal y pecados fácilmente reconocibles que tiene la religión, confrontándolo de manera brutal con el mundo real, demostrando lo poco que tienen que ver el uno con el otro.

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En este proceso acompañamos a Viridiana, la misma mujer que en una de sus primeras líneas afirma que preferiría no volver a ver el mundo y a la que, ¿desafortunadamente?, el deseo no se le cumple. Conoce el deseo, la lujuria, la perversión. Descubre que la pobreza real difiere un poco de la bíblica y que el concepto de caridad cristiana no se adapta tan fácilmente al mundo como pensaba. Que tener buenas intenciones, a veces, no basta.

Con un guión muy rico que avanza de forma rápida y precisa, una musicalización solemne que refuerza el contraste entre ambos mundos y varias escenas magistralmente logradas como el cuadro ya nombrado de la última cena. Las imágenes altercadas entre un grupo que trabaja las tierras y otro que reza el Ave María, Viridiana se convierte en una de las películas más importantes de toda la historia. A Viridiana el vaso se le escurre entre las manos, y el agua se desparrama. El hecho que el film haya sido prohibido en la dictadura de Franco y considerado por el Vaticano como blasfemo refuerza el sentido de toda la película. El choque con la realidad nunca es fácil, y hasta puede ser insoportable. Como advierte Francisco Rabal en una de sus escenas: “Una beata sin sangre en las venas como usted, podría asustarse”.

VIRIDIANA Trailer

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