Salir de la selfie: La isla común presentó Canciones de Checo

por Pita Fernandez

Ph: Francisco González Cholaky

 

Vienen pellizcando la música desde adolescentes, cuestionando los paredones de la sociedad, y las estructuras de la cotidianeidad. Tres muchachos que apelan la sensibilidad de las personas a través de canciones que rozan lo escéptico, pero no mueren en el discurso. Letras que visibilizan el otro lado de la música local y nacional, porque la indagación incesante y la curiosidad constante los mantienen desvelados.

Francisco Kreiman, Agustín Vivian y Rodrigo Benegas, son tres músicos cordobeses que juegan en una isla que no es una superficie aislada. Es un lugar, un espacio, una pieza de música insular creada por ellos y por un equipo de músicos que participan en comunidad. A pocos días de terminar el 2016, lanzaron Canciones de Checo, el segundo albúm de La isla común.

 

¿Cómo surge La isla común?

-Nos juntamos un verano en un estado de decadencia y empezamos a hacer canciones. Como una alquimia de lo que nos estaba pasando, pero divirtiéndonos. Habíamos buscado otras formas de curarnos,  pero ninguna era más sana que ésta. Entonces, cuando nos juntamos con Agus -que es más músico- ordenó un poco las ideas y dijimos: “ che, ¡esto puede ser una banda!”. Eran canciones muy rancheras, con guitarra y gritos. Si afinabamos y todo, se podía armar algo. Asi que tuvimos que aprender ahí. Creo que todo desde el principio tuvo que ver con eso: se nota en los conciertos y en los discos, y  a la vez nos estamos curando de cosas.

¿Qué es lo que les pasaba?

-Es el mundo que no nos cae muy simpático que digamos, la sociedad, las miserias particulares de la vida, nada extraordinario. Esta jodida Córdoba 2017. Y nos pasa también que todo se muestra muy lindo, muy bonito, todo pipipi. Creemos que tampoco es tan así, falta un poco la bronca y la tristeza. A lo mejor no se muestra o no la vemos mucho en la música popular. Al principio nos salió medio natural, pero cuando lo logramos identificar ya salió como propuesta, como manifiesto, como ejercicio. Pensamos en algo que no sea explícito. No ir al yo autorreferencial, porque estamos un poco saturados de eso hoy: ya cada uno tiene su teléfono, estamos muy sobre cada uno y cada vez más. Nos pareció una buena forma de generar una grietita ahí. El nombre de la banda tiene que ver con eso, con salir de la selfie.

Muchas de sus composiciones son historias y las podemos encontrar tanto en el primer como en el segundo disco. ¿Por qué usar las historias o las metáforas?

Usamos las historias como una excusa para decir. Es un riesgo que estamos corriendo, porque sabemos que no es generalizado escuchar un disco completo, ni tampoco un tema varias veces prestando atención. La música está cada vez más cumpliendo funciones de sonar detrás con malos parlantes. Capaz que la misma letra en un libro de cuentos pega más, (risas). Hay cosas que – estéticamente hablando- hemos podido mantener y otras que no. En cuestiones de sonido,armamos equipo con las mismas personas porque nos cabieron mucho en el primer disco. En cuestiones gráficas, armamos equipo con otro loco que amamos, el Pesck, porque queríamos darnos ese lujo. Pero hay algo que se mantiene en estos dos discos, que son las historias. Hay que desenmarañar algunas, hay otras que son más directas y simples”.

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En cuanto al nombre de su segundo albúm, ¿quién es Checo?

-Es un amigo que compuso los temas. Tuvimos un proyecto de banda que no se armó porque era muy caótico todo. Si bien él generaba ese caos, tenía unos temasos como ideas. Pero viajó y no supimos más nada de él. Las canciones son de él pero reversionadas por La isla común.

¿Cómo describirían a Checo?

-Flaco y feo pero tenía mucho punch, le gustaban las chicas y los chicos. Es de esas personas así, magnéticas. Era una figura presente desde el principio de La isla. Tenía la piel finita, tenía una sensibilidad por demás. Tenía la capacidad de moverse por varios planos y entenderlo del otro lado. Sacaba la guitarra de la nada y te mostraba algo que se le había ocurrido. Te la cantaba sin pensar mucho en nada y a vos te dejaba pensando dos semanas. Dibujaba también y Pesck digitalizó su arte a partir de un cuaderno donde tenía sus dibujos.

¿Cómo fue el proceso de producción de Canciones de Checo?

-Encontramos una generosidad que no se si es muy común. No salimos de la selfie, estamos todos viéndonos entre nosotros. Agradecemos a morir la generosidad sobre todo de Juan Ingaramo, Hernan Segret y Juan Pablo Toch. Otros también se sumaron: el Berta que metió unas teclas, Franquito Volta y a Sandra Figueroa, una profe de canto, quien nos coucheó durante la grabeta. Y estar con Andrés Ordóñez – el loco que nos metió el primer disco – que en definitiva, es él quien termina coronando todas estas genialidades que terminaron de cocinar un plato fenomenal. Se prendió gente que toca bien y a los temas les empezaron a aparecer capas que no estaban planeadas. Y así, de repente, quedábamos enamorados nosotros que ya lo veníamos laburando hace rato y nos volvíamos a enamorar.

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La isla común es: abrir la cancha y salir de la selfie.

Un lugar en común: la música, a la que le damos todo el amor que podemos, y nos vuelve abundante.

El universo de la isla común es: la curiosidad.

Algo imprescindible: no se puede hacer música desde la música, se nutre más si estas haciendo otras cosas también.

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