Volvió el Lolla como un recordatorio para aflojarse desde lo colectivo


por Jou González Ruzo

Hubo que esperar dos años y una pandemia interminable para pisar el impoluto césped del Hipódromo de San Isidro y vivir el Lollapalooza 2022. Dos años de restricciones, prohibiciones y mucha rigidez, que necesitaba liberarse.

Ahora bien, para disfrutar este festival de 3 días seguidos promediando la tercera década de vida es importante regular. Saber elegir en qué horario llegar y cuándo irte; descansar las piernas; y por supuesto contar con espacios en la grilla para hidratación y comida. Algo fundamental para recobrar o mantener la energía. Objetivo nada fácil cuando la organización no funciona como un reloj y te cambia todos los planes. Algo que en este contexto mundial actual ya es costumbre.

El concepto family friendly que caracterizó históricamente al festival (al menos en Argentina) se hizo presente nuevamente con su Kidspalooza, las mamás y papás cool empujando coches, subiendo en hombros a sus hijes o dejándolos en la puerta para buscarles más tarde; La mezcla de glitter, dramas adolescentes y enérgicas corridas de un escenario a otro se veían casi que en cada lugar donde uno buscaba descansar la vista un rato de los escenarios y sus pantallas.

 

 

Llegamos el viernes alrededor de las 18 para entrar y ver a Wos. Misión imposible ya que todos los ingresos eran un caos, malas caras y confusión. Pulseras sin activar, molinetes que no abrían, ausencia de carteles indicativos, un sistema que colapsó y atrasó en todos los niveles. “Llegué a las 3 de la tarde y sigo en la fila, bancá” le escuché decir a una piba a eso de las 18,30. Una hora después logramos ingresar, nos perdimos a Wos pero encaramos a DUKI.

El cartel, un tanto desdibujado por bajas a último momento como la de C. Tangana, ofrecía una mezcla donde el ingrediente más repetido era la música urbana local.

DUKI parecía más preocupado en que nadie salga lastimado de los pogos (interrumpió el show al menos 5 veces para pedir precaución) que en su performance, se lo veía tan emocionado como enamorado de Emilia con quien cantó 2 temas y chaparon varias veces para que el grito Beatle fan subiera los decibeles. “Me va a doler cuando se separen” – dijo otra piba detrás nuestro mientras se deleitaba con esa demostración de afecto romántico que a mí me recordaban a Messi y Antonella.

Mi ilusión esa noche era A$AP Rocky y se desvaneció al tercer tema. Al punto tal que nos fuimos a buscar un lugar decente para ver a Miley Cyrus. Ok Wau Miley Cyrus! Me fasciné con su performance, estilo, manejo de escenario y rock. Lo mejor del viernes lejos, para luego buscar la salida y bajar el telón del primer acto.

“El cupo está bien” dijo mi hermana en algún momento de esos días y me hizo ver las intenciones de equiparar género arriba del escenario, incluyendo también la drag queen Pablo Vittar y a la rockera LP.

Llegó el sábado y esta vez la falta de costumbre para calcular distancias enormes hizo que no llegaramos a ver El Mató y solo un poquito de Lito Nebbia, representantes del rock nacional más tradicional del cartel.

Nicki Nicole presentó un show con banda y una puesta muy acorde al vertiginoso crecimiento de su carrera. Pero ese día el rock lo puso LP quién superó las dificultades de sonido que le presentó el escenario y brindó un show “vieja escuela”. Emocionando a los presentes con sus gritos, bailes y encandilándonos con un outfit medio Elvis medio Daft Punk.

Mi momento adolescente fue The Strokes. Decidimos esperarlos bien adelante, cerca del escenario y ahí pasó de todo. No hizo falta la mejor versión de un Julian que con veinte minutos de atraso ni se desabrochó el trench ni se esmeró en empatizar con la audiencia. Sabe que nos tiene comiendo de su mano. Saltos, pogo, robo de celulares, y gritos alusivos al Mantecol que le dieron en el aeropuerto divertían al público e ilusionaba (imagino yo) a la gerencia de Marketing de la marca de golosinas.

Decidimos saltearnos el set de Bizarrap priorizando piernas, aún nos quedaba el domingo.

El último día fueron todas buenas. Nos cayó una entrada de más y sumamos al grupo a una amiga de la infancia. Descubrimos juntos a Channel Tres que con mucha energía, baile y buena onda demostró que se puede hacer un buen show sin banda pero con manejo de escenario. Luego cantamos todos los éxitos de Babasonicos y nos sacamos el sombrero para la demostración de show, empatía, carisma, música, voces y rock del gran Dave Grohl y los Foo Fighters.

Mejoras logísticas, un par más de artistas consagrados y un poco menos de trap en la grilla, serían mis pedidos al creador del Lolla, Perry Farrel. Pero eso sí, que él vuelva a subir al escenario a cantar, recordarnos que la música libera y que como dice una amiga, bailando es que se afloja la gente.

¡Y puta si lo necesitábamos!