Son días intensos para las actividades culturales. Días de volver a poner el cuerpo, de rehabitar los espacios, de recuperar la experiencia compartida con otrxs. Nada como volver a disfrutar de una obra de teatro en vivo, de un recital cuerpo a cuerpo, de la experiencia sensorial íntegra de una sala de cine, o de enfrentarse a la existencia plena de una obra de arte.
La cultura, en Córdoba y en todos lados, se pone de pie tras un año y medio atravesado por las restricciones a la vida pública que trajo consigo la pandemia.
No es que estuvo ausente, todo lo contrario: artistas, productores y gestores culturales en todos los ámbitos demostraron una enorme creatividad y capacidad de adaptación y asumieron, durante estos tiempos aciagos, el desafío de acercarnos bienes, servicios y contenidos culturales de calidad para disfrutar desde la seguridad de nuestros hogares, incluso en incontables casos de forma gratuita y solidaria. Teatro por zoom, exposiciones virtuales, boxes con originales experiencias gastronómicas para degustar en casa, plataformas digitales con libros, series y películas para disfrutar on demand o descargar, talleres y conversatorios por videollamada.
Más que nunca fue claro el rol central de la cultura en la salud mental del colectivo social, como territorio vincular, de placer, de disfrute, de creación, de aprendizaje y construcción de identidad. Y ahora, mientras el sector construye colectivamente la salida de este contexto adverso, se nos presenta la oportunidad de pensar especialmente en la dimensión económica de la cultura y la creatividad y su potencial en la recuperación de las economías deprimidas de nuestra región.
La economía naranja
Previo a la pandemia ya se habían producido avances importantes en la comprensión y medición del impacto económico de las industrias culturales y creativas. Son aquellas, según John Howkins, en las cuales el valor de los bienes y servicios se fundamenta en la propiedad intelectual: valor intangible que supera su valor de uso.
Este sector, conocido como «economía naranja» por las asociaciones semánticas de este color con la creatividad, incluye a las artes, los medios y todo el espectro de productos y servicios creativos; arquitectura, artes visuales y escénicas, artesanías, cine, diseño, moda, editorial, música, juegos y juguetes, videojuegos, publicidad, TV y radio, investigación y desarrollo, software y plataformas digitales (la llamada «industria del conocimiento»).
El sector representa, según una publicación de 2013 del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) titulada «La economía naranja: una oportunidad infinita», el 2,2% del PBI de América Latina y el Caribe, donde mueve 175 mil millones de dólares y ha generado más de 10 millones de puestos de trabajo directos (más su impacto indirecto en el empleo en industrias como transportes, viajes, hotelería, vigilancia, construcción, entre otros). Y la tendencia mostraba entonces un sostenido crecimiento: sólo en 2015 generó casi 2 millones de nuevos puestos de trabajo en la región, según otro informe del mismo organismo.
Además, la economía naranja se encuentra en el quinto lugar entre los rubros que más exportaciones generan a nivel global, aunque en América Latina importamos un 50% más de bienes y servicios creativos que los que exportamos; además, exportamos principalmente a Europa y a EEUU y no tanto a otros países de la región, lo que expone también un desafío aún pendiente para la integración latinoamericana en términos de economía naranja.
¿Y en nuestro país? El citado informe del BID reza que la economía naranja argentina emplea a 550.000 trabajadores y representa un movimiento de más de 17 mil millones de dólares anuales, liderando la región en rubros como el editorial y el cinematográfico.
Tiempos de reconstrucción
Pero aunque el comercio creativo, de la mano de una acelerada transformación digital y una creciente conectividad, sostuvo durante este año y medio una alta demanda de bienes y servicios, la pandemia le pegó, y fuerte, a la economía naranja de nuestro país, especialmente en el subsector de las actividades culturales y del espectáculo. Las restricciones a las actividades públicas y eventos masivos tuvieron como consecuencia el cierre (en algunos casos permanente) de espacios, la suspensión de proyectos y la pérdida de puestos de trabajo y fuentes de sustento para artistas, productores y gestores culturales, justamente un sector de la población productiva muy vulnerable, con una significativa mayoría de mujeres y una importante participación de jóvenes, donde abunda el trabajo autónomo y el empleo informal.
Dan cuenta de todo ello los mapeos y estudios realizados por los diferentes niveles del estado; puntualmente en la urbe cordobesa, la encuesta ”Estado de situación de las personas trabajadoras y organizaciones del campo cultural de la ciudad de Córdoba en el marco del Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio”, realizada entre mayo y junio de 2020, logró sacar una foto actual de la situación de trabajadores y organizaciones culturales de la ciudad, visibilizando las falencias y necesidades previas que se han profundizando en pandemia al mismo tiempo que la potencialidad del sector.
En cuanto a los trabajadores, el 66% de las personas encuestadas provienen en su totalidad del trabajo en el campo cultural, mientras que el 45% tiene más de una ocupación vinculada al campo de la cultura. El 83% de las personas encuestadas tiene como ingreso individual mensual total promedio $40.000 o menos. Las mujeres encuestadas perciben menores ingresos individuales totales que los hombres. Considerando los ingresos totales mensuales del grupo familiar, el 60% de los hogares tienen ingresos menores a 40 mil pesos.
Por su lado, de las 162 organizaciones culturales encuestadas, el 70% no pudo generar actividades virtuales que reporten ingreso económico alguno durante los tiempos de pandemia. Se puede revisar el resto de los resultados en https://cultura.cordoba.gob.ar/observatorio-cultural/
Son tiempos de reconstruir el tejido social y cultural, y también de levantar y poner nuevamente de pie un sector que ha sufrido como otros el embate de la pandemia. Las tendencias e indicadores positivos que veníamos observando hasta 2019 nos muestran el camino a retomar. Y, si de economía naranja hablamos, lo que sobra es creatividad para sortear las dificultades y afrontar los nuevos desafíos.