Salvador, Dalí

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Mi Querido Dalí:

¿Qué se siente vivir eternamente en una vida de ensueño? ¿Pudiste convencerte de que no eres la re-encarnación de tu hermano muerto? ¿Ves regularmente a tu amada madre? Aquí, en la tierra no cambió mucho. No se ha inventado una nueva pólvora. Ni el mundo es menos caótico. Ay Salvador. Ay mi queridísimo…

Cómo olvidar esa larga melena con patillas, cómo querer perdonar tu insolente soberbia. ¿Sigues vistiendo esas desproporcionadas corbatas bien acompañadas de las capas a los tobillos? ¿Usas tu cabello sujetado con la redecilla y luego lo lustras con barniz para óleo?  ¿O sólo conservas tus bigotes erectos?

¿Sigues enfadado con tu padre por haberte echado de la familia? Al fin y al cabo, nadie sabrá si tuviste razón o no,  demostraste ser muy sabio… Y por lo de “rreboluhciont” habrás tenido tus motivos. Deberá saber perdonar y entender, no hubo maldad. No todos comprenden las grandes mentes.

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Por suerte, llegó Gala. A liberarte. Desnuda en la playa te enamoró, para luego volverla a elegir como tu esposa. Un eterno enamorado.

Siempre fuiste medio demonio, déspota por excelencia, totalmente descreído y a-político, pero un artista memorable, para ser sincera. Se te extraña. Ya nadie ve la vida a tu manera. Mucho menos a través de proyecciones.

Nunca me voy a olvidar cuando todos pensaban que la fotografía venía a degenerar el arte, y tú- pintor y escritor- decías que lo había resucitado. Siempre fuiste por el carril contrario, acertando. ¿Qué es da la vida de tus dos grandes amigos, el escritor García Lorca y el cineasta Luis Buñuel? ¿Sigues enviándoles cartas? ¿Pudieron volver a verse alguna vez?

Ay Dalí, ay Dalí…

¿Serán genuinas creaciones de tu mente? Quisiera estar un minuto en ese mundillo en el que vives, una realidad tan real que es ajena y reconocible. Delirios exquisitos. Relojes blandos inspirados en quesos camembert derretidos, hablando de la teoría de la relatividad de Albert Einstein, acabando con el determinismo de los objeto-reloj de una manera tan sencilla, única y desconcertante. Casi irónico. ¡Y sí! Si a los 12 años te haces impresionista al mejor estilo francés, y a los 14 años ya te has hecho cubista admirando los trabajos del gran Picasso. Era predecible.

Déjame decirte la verdad, tú eres Salvador Dalí, tú eres el único Salvador Dalí, nunca hubo otro, ni tú hermano muerto, ni una vida pasada ni eres una re-encarnación. Y así con ese miedo, en el fondo, nunca dudaste de quién eras: excéntrico, narcisista y megalómano.

Hasta luego Dalí.

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