PDF: Cuando eras perro


Por Sofía Contreras Canard

Cairo comió un yogur de vainilla que le hizo sentir un poco de frío. Tenía puesto un enterizo de plush con un gorro de orejitas bien abrigado, pero sus pies estaban helados. Entonces se acostó enroscado en el sillón, entre su mamá y la pareja de caniches viejos que habían rescatado del refugio.

La madre pintaba un mandala de motivos otoñales. Cuando Cairo se le acurrucó sobre la pierna, soltó los lápices por un momento para frotarle la espalda, peinando a favor y en contra de la piel del plush. 

– Me hacés acordar a cuando eras perro– dijo la madre.

– ¿Yo era un perro?– preguntó Cairo.

– Sí, en tu vida pasada eras el perro del vecino. Lo sé porque tu mirada es la misma que tenía ese pobre animalito. 

– ¿Por qué pobre? – quiso saber él.

– Porque eras un cachorro dóberman que estaba atado todo el día. Nunca te acariciaban. Cada tanto salían a pegarte con un hierro para que te hicieras malo y pudieras competir en peleas de perros. Y cuando te dormías te hacías una bolita con las patas escondidas debajo de la panza, así como estás ahora.

– ¿Y por qué no me salvaste? –reprochó el niño. 

– Porque en ese momento no sabía que ibas a ser vos. 

Cuando la madre terminó de pintar y sombrear el mandala, Cairo ya no estaba a su lado. Lo buscó en su dormitorio y en el baño, pero no lo encontró. 

Se asomó por la ventana de la cocina que daba al patio. Escuchó gruñidos envolventes y roncos, seguidos por gritos agudos que se fueron debilitando hasta cortarse en un silencio seco. Vio la escalera apoyada en la medianera y se llevó las manos a la cabeza. Cairo había tirado los caniches a la casa donde vivían los perros de pelea.

Desesperada, la madre fue a rescatar a sus mascotas. Pero ya era tarde. Cargó entre sus brazos los cuerpos ensangrentados y buscó un lugar para enterrarlos en el fondo del patio. Los apoyó sobre la tierra y, con los ojos inyectados en ira, buscó a su hijo.

Estaba escondido en un rincón, la cara bajo su gorro de orejitas, como sabiendo que lo que había hecho estaba mal. Levantó la vista, la miró con ojos lánguidos y brillosos, y le preguntó:

– ¿Por qué no me fuiste a salvar a mí así?

La madre balbuceó un quejido y le dio vuelta la cara de un cachetazo.


Sofía Contreras Canard (Córdoba, 1986) 
Mientras trabajaba como redactora publicitaria se le ocurrían ideas que no encajaban para anuncios comerciales. En varias oportunidades, sus jefes le recomendaron que dejara de perder el tiempo con esas cosas. Así que les hizo caso y se puso a escribir cuentos. Más tarde, cursó una Maestría en Culturas y Literaturas Comparadas en la UNC y asistió a clínicas y talleres literarios con Martín Felipe Castagnet, Pablo Natale y Luciano Lamberti.


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