LEY DE TALLES: Primero incluir, después normalizar

por Lula Rojas

En una sociedad donde prevalecen las múltiples identidades, aún seguimos empantanades en una cultura que ejerce un constante control y disciplinamiento sobre nosotres, nuestros cuerpos y nuestras elecciones, inhabilitando a un montón de personas a gozar del derecho a vestir.

La cultura de la delgadez que sobrevalora la apariencia y privilegia la imagen sobre la salud física y emocional, se cuela por nuestra autoestima constantemente. La cultura de los cuerpos hegemónicos -blancos, delgados, joviales, siempre sonrientes y tonificados- nos devuelve un reflejo en el espejo que nos incomoda.

Los cuerpos no hegemónicos y disidentes se vuelven negativamente imperfectos para la sociedad, bajo la lupa del capitalismo heteropatriarcal que cumple su fin en el instante en que deseamos eso que no somos ni tenemos. Cuando nos creemos que el problema de “no pertenecer” es nuestro y que no merecemos tener las mismas oportunidades que otres.   

Se trata de procesos históricos que a través de un conjunto de factores, valores, símbolos y prácticas, producen y reproducen estereotipos, colocando a un grupo de personas por encima de otro. Así se normalizó, naturalizó y legitimó el “mercado de los cuerpos”, donde algunos valen menos que otros. Se privilegia a un sector y se excluye, discrimina, violenta y racializa a otro por su corporalidad, nacionalidad, cultura, clase, sexualidad, género o ropa.  

Desde niñes se nos invita a compararnos, imitar, esforzarnos y sacrificarnos, en pos de adoptar una “naturalidad adulterada” para agradarnos, pero sobre todo para agradar a la sociedad y tener más chances de “triunfar”. Convivimos con el capacitismo y los (aún vigentes) cánones de belleza que se encargan de seguir perpetuando estereotipos. El rol de los medios de comunicación es un factor clave que contribuye a profundizar o erradicar estos clichés. Al igual que la publicidad, ciertos contenidos mediáticos despliegan un lenguaje de hipercomunicación y estímulos que cumplen una función inconsciente de clasificación y jerarquización social, y que tienen incidencia casi inevitable sobre nuestras vidas. Consumimos constantemente campañas publicitarias, artículos, titulares e imágenes que cosifican, sexualizan, subestiman y adoctrinan a las personas, mayoritariamente a las mujeres.

Somos la “feminidad funcional” sobre la cual se ejerce el imperialismo, la opresión y la dominación, a través del culto a la dieta, la obsesión por la juventud, la ultrahigiene, la virilidad y las prácticas sacrificantes. ¡Como si nuestra cuerpa no fuera un manifiesto en sí misma, nos quieren enseñar que es objeto de salvación!

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Con la cuarta ola del feminismo no solo nació “La Revolución de les Hijes”, sino que también vimos gestarseLa Revolución de los Cuerpos”. Diferentes colectivos y agrupaciones organizadas comenzaron a debatir, visibilizar y denunciar la violencia y discriminación ejercidas hacia los cuerpos no hegemónicos a través de los medios de comunicación, la publicidad, los profesionales de la salud, la industria farmacéutica, los medios audiovisuales, y todos aquellos espacios que tuvieran como objetivo la normalización y el adoctrinamiento de los cuerpos, como la industria de la moda.

Dentro de esta industria la falta de representación de la diversidad del fenotipo, étnica, funcional y de género, sigue siendo insuficiente. Gran parte de la industria de la moda sigue resaltando estereotipos de belleza tradicionales que no se ajustan a la realidad.

Del otro lado del maniquí 90-60-90, está la lucha por la diversidad corporal y el activismo gorde, cuestionando el cuerpo hegemónico y al sistema que lo posiciona y vende como el único válido. Por fuera de los cuerpos estereotipados resisten les excluides, las corporalidades disidentes, a quienes las tablas de talles no contemplan. Fueron elles quienes exigiendo que se les contemple como sujetes de derecho y se les garantice la posibilidad de acceder a vestirse acorde al deseo personal, lograron que el 20 de noviembre de 2019 se sancione la Ley N° 27.521, conocida como Ley Nacional de Talles.

Esta ley de alcance nacional, además de tener que garantizar un trato digno para les consumidores, establece la creación de un sistema de talles llamado SUNITI -Sistema Único Normalizado de Identificación de Talles de Indumentaria– que pretende unificar en una tabla las medidas que representen antropométricamente a les argentines.

Para esto el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI) debe terminar de relevar y tomar las medidas de habitantes de diferentes puntos del país, con el fin de lograr mayor representatividad. Las mediciones se realizan con un escáner corporal y, como el estudio requiere participación presencial, actualmente se encuentra suspendido por la pandemia de COVID-19.

A pesar de que La Ley de Talles se encuentra sancionada desde hace más de un año y está respaldada por defensa al consumidor y el INADI (por lo cual el incumplimiento de la misma debería ser considerado un acto de discriminación), aún no posee reglamentación. Pese a que los derechos que la ley ya reconoció no pueden ser ignorados, lamentablemente hasta el momento no se observa su aplicación. Mientras tanto, 7 de cada 10 personas en nuestro país manifiesta tener dificultades para conseguir ropa acorde para su cuerpo.

Las estadísticas que arrojó la encuesta de 2020 a cargo de Any Body Argentina1 revelan sentimientos recurrentes como tristeza, bronca y depresión en quienes no consiguen prendas de vestir. No encajar, no entrar, produce daño. Deriva en cuestionamientos sobre el propio cuerpo e impacta fuertemente en la autopercepción, en la autoestima y en la salud.

El desafío en torno a la ley de talles para la industria de la moda y en específico para la industria de la indumentaria, es cuestionar el mantra capitalista “el crecimiento por el crecimiento”, y generar estrategias para gestar un nuevo modelo de producción y resistencia al modelo vigente y sus actores, pensando en incluir primero para después normalizar. Porque pese a que haber ganado esta ley implica un gran logro, es imprescindible su correcta reglamentación para que su aplicación sea mucho más inclusiva e integral, ya que hasta el momento el estudio antropométrico no contempla al género fluido, a las personas con discapacidad, ni a menores de 12 años.

“La Ley Nacional de Talles” tampoco le exige a las marcas producir y/o comercializar una curva de talles amplia, en ningún punto establece un mínimo de talles a comercializar por parte de los productores o revendedores de prendas, aunque esta sea la problemática central por la que es tan necesaria la correcta implementación de esta ley. 

Entonces ¿alcanza con una Ley de talles para que las corporalidades disidentes obtengan justicia social? La respuesta es NO.

No, porque la problemática excede a la moda y probablemente se origine en el momento mismo del nacimiento, cuando comenzamos a habitar este mundo heteronormativo que sienta sus bases en los binarismos: mujeres/hombres; local/extranjero; hetero/homo; blanco/racializado; capaz/diverso funcionalmente; mayor/menor de edad; juventud/vejez; saber/ignorancia, entre otros. Que el valor de las personas esté dado por definiciones normativas e imperativos morales que legislan el cuerpo y sus vivencias como estos binarismos, es destructivo y violento para quienes no encajan en ese camino allanado previamente por el sistema del que somos parte.

Por este motivo es fundamental la correcta aplicación de la ESI en todas las instituciones educativas, para que las infancias y las adolescencias vivan sin cargar sobre sus hombros los mandatos sociales, sexistas y binarios. Para que no les pesen (como le pesó a nuestras generaciones) las expectativas sobre sus cuerpos, elecciones, apariencias, etc; y para transmitirle a todes, desde temprana edad, el mensaje de que todos los cuerpos son reales, válidos y merecedores de derecho, respeto, representación y oportunidades.

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Mientras la ley de talles continúe sin reglamentarse, es muy importante que como consumidores sepamos que la Ley 24.240 de Defensa del Consumidor, nos ampara. Esta ley promueve la protección al consumidor frente a situaciones tales como “el precio diferencial por el talle”, la discriminación, el trato indigno o el maltrato. Hagamos valer nuestros derechos, no naturalicemos el ejercicio de la violencia en situaciones cotidianas. Denunciemos.

Confiemos y apostemos diariamente a ser activistas de las micropolíticas que nos permiten desarticular y desaprender las formas de adoctrinamiento que nos han impuesto. Ejercitemos formas no heterosexualizadas del pensar, mirar, sentir e interrogar. Abracemos los valores naturales de belleza, apostemos a marcas y proyectos que tengan variedad de talles y que fomenten la diversidad; y solo opinemos del cuerpo del otre si este nos dio su autorización para hacerlo.

Por un lado está el cuerpo, y por el otro las subjetividades. En ellas yace el infinito espectro de posibilidades que significa habitarlo y gozar de él como un espacio político. La industria de la moda, los medios, la publicidad, el sistema de salud y el modelo político-económico deben aggiornarse, y brindarle a este nuevo paradigma las garantías para representar a todas las personas.

Imágenes: Afiches para acción #MURO de @colect.enconstruccion que se desarrolló en el marco de Núcleo 6 / Mercado de diseño cordobés. – 2019

1- Resultados encuesta 2020 Any Body Argentina https://buenosaires.endangeredbodies.org/resultado_encuesta_2020 


Lula Rojas: Diseñadora de Indumentaria especializada en moldería agenero. Fundadora y Directora Creativa de Transeúnte®. Co-fundadora y activista en Colec (Colectivo en Construcción) “Redefiniendo Moda”. Autora y coautora del ciclo Una Columna para la Moda publicado en El País Digital durante el 2020. Actualmente se desempeña como Asesora de Marcas de Indumentaria y Mentora en Gestión de Producción con perspectiva de género y economías alternativas.